martes, 30 de julio de 2024

EJECUCIÓN

 EJECUCIÓN

 

El hermoso animal se encuentra de repente en un planeta amarillo y ruidoso, con olor a sangre alborotada. Cuando el lanceo del sol ceja en su empeño, siente una fría puya en las costillas y su bramido queda cegado por el de la turba ansiosa de saborear muerte ajena.

El hermoso animal busca la flor nacida en la pradera ubérrima de olivos centenarios, morada de lechuzas, estrellas y camaleones. Y a las alondras cuyos cantos endulzan la negrura de la noche. No los encuentra.

¿Qué he hecho para que se me castigue privándome de horizonte? -se pregunta en desconcierto, mientras varios hombres lo provocan agitando telones endiablados y otros clavan en su lomo vejatorias divisas que cimbrean abriéndole las carnes. A él, que fuera rey en su dehesa, se le hace imposible comprender humillaciones. Y da vueltas, retorcido su cuerpo por el círculo mortal que conforma el coso. Nunca vio un pez en la pecera, pero se asemeja su pena a esa infamia. Y el miedo le muerde la testuz encendiendo la bravura que a cualquiera le saldría si le dieran tal martirio. Y arremete contra el caballo enfajado sin pensar que es rehén igualmente, hundiéndole el asta en el ijar. Y queda perplejo al ver cómo aún trota, ollares abiertos de espanto, arrastrando las tripas por el albero.

El hermoso animal, aturdido por fanfarrias y gritos de borrachos, espumea por la boca su agonía. En el suelo, convertida en charco, está su sangre. Mira a los ojos al hombre recubierto de brillantes y solo ve en ellos odio rabioso. Y como no quiere morir con esa estampa, alza al cielo la mirada para llenarla de azul. El cielo, lo único que no han podido arrebatarle.

 

Dela Uvedoble, Agosto 2.024

 

 


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