DESEO UN MILAGRO
Decidme, golondrinas que anidáis en el alero de mi casa,
si es cierto que los campos verdes se han vuelto secarrales
debido al fatal derrotero que ha tomado mi especie.
Vuestros ojos son límpidos, no saben de mentiras y os creeré.
Me gustaría oír que veis a las nubes hacerse rodetes sobre la coronilla
para cargar cántaros con lluvia, y que se quitan el granizo de los cabellos
con lendreras, arrojándolos a un pozo para no dañar las cosechas,
pero no quiero que me consoléis con mentiras piadosas,
circunspectas y cabales, sin despeinaros ni una pluma endrinada,
creando para mí el cuento de Las mil y una Utopias.
Os pido que escribáis encima de Parlamentos y Congresos el desastre,
aunque ya nadie sepa descifrar vuestro primigenio lenguaje,
desplazado hace siglos por los mil dialectos nacidos de la codicia.
Desear un milagro, aún no es pecado.
D. W