SUPERVIVENCIA
Cada primavera me apetece echar a andar,
ponerme unos zapatos viejos y escaparme.
Dirigirme hacia la ciudad fría donde
la noche devora al sol y pronto
el gentío se amanceba en sus burdeles
sin manchar de gritos y colillas
mis oídos y las calles.
Cada primavera hay un instante
(revoloteo de golondrinas,
un verdor de alga terrestre
o una emboscada de azahares)
y me arrepiento de ser triste.
Tiro los zapatos viejos, acomodados al paso,
me calzo sandalias altas, indomésticas, y salgo.
Cada primavera, busco la planta con más flores
y la aúpo al alféizar de mi ventana.
D.W
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