domingo, 26 de febrero de 2023

PUTOPERRO

 PUTOPERRO

De mañana no pasa -dice mamá con gesto de asco mientras quita con un manojo de servilletas de papel el regalito perfumado que acaba de dejar Rambo sobre la alfombra.

   —Es que si no lo sacan ¿qué va a hacer el pobre animal? -La abuela defiende al perrillo, un pinscher miniatura de seis meses, llegado a casa esta navidad.

  — Yo ya dije que no podía -dice papá- Quedamos en que eso es tarea del niño.

  —No pretenderás que lo saque a las siete de la mañana con el frío que hace. Además, llegaría tarde al instituto. -El muchacho, metida la cabeza en el móvil, ni se entera de la conversación.

  —Decidido. Mañana temprano lo llevamos a la Protectora. Siendo de raza lo adoptarán de inmediato. Le dejaremos su juguete y el medio paquete de pienso que le queda. Voy a ver a qué hora abren para poder irnos después al centro comercial y ya comemos allí. 

A la abuela se le escapan dos lagrimones que caen sobre las tiesas orejas de Rambo. Este se sacude la cabeza y la mira con dulzura. Últimamente es la única que no lo llama Putoperro.

 

Amanece otra vez el salón lleno de charcos y cacas. Esta vez no las quita mamá sino la mujer que viene a quedarse con la abuela los sábados y domingos para que la familia pueda salir a disfrutar. Una señora mayor impedida y con tantas intolerancias alimentarias no se puede llevar a ningún lado. Mejor se queda en casita, que buenos dineros les cuesta la cuidadora para tenerla como una reina.

La abuela besa por última vez a Rambo que mueve el rabo excitado porque ¡hoy sí! se lo llevan de paseo.

 

El sitio donde se bajan huele a desinfectante y se oyen ladridos. Rambo no se acuerda muy bien, pero él nació en una jaula donde su madre pare una camada tras otra. Sus hermanos a saber a qué familias habrán ido a parar. 

Mamá pone al perro en brazos de una señora con guantes de goma que lo lleva directamente a un chenil. Le deja su juguete, pero no su cama. No están permitidas -aclara.

 

Cuando se alejan por la carretera abajo, el chico levanta los ojos del móvil y ve el letrero ZOOSANITARIO, él no ha bajado siquiera del coche.

  —¿No lo ibas a dejar en la Protectora?

  —No había sitio… se ve que los regalos de Navidad están siendo devueltos - ríe mamá.

 

Rambo ladra hasta enronquecer. Después se va a una esquina y lloriquea. La puerta se abre y entra un bodeguero que le quita el juguete con un gruñido. Rambo se orina encima de miedo. Oye decir a la señora de fuera que aún caben otros dos más y que “ese” no tiene nombre porque es callejero. Escribe en la etiqueta “macho /entrada febrero 23” aunque da igual - puntualiza- aquí son todos Putoperro.

 

 


 

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