jueves, 26 de enero de 2023

PALOMAS TRUNCADAS

  PALOMAS TRUNCADAS 

 

 Una mas. Dos más.

La macabra suma medra

porque hay contables malditos

cebando la columna del haber

con trazos de sangre,

¡nuestra sangre! 

derrochada como si fuese suya.

Solo el más cobarde de los estultos 

escupe sobre quienes dijo amar.

La sangre y la sangre de esa sangre

empapan los velos de la Justicia,

ciega ante el holocausto de palomas.

Basta ya, no queremos mártires,

sino que se inscriban, en la columna del debe 

y con esa misma sangre,

los nombres de los asesinos.

D. W

 

Queridos Vicky y José, vuestro dolor es el de todos. 




jueves, 5 de enero de 2023

EL DESEO DE UN NIÑO

  EL DESEO DE UN NIÑO  

 

   —¡Madre, pongamos el Nacimiento!

  — Hijo, el árbol es más lucido, con sus brillos.

  — Pero no hay pastores ni borreguitos. Ni asoman los Reyes Magos tras la loma y el cortijo.

   —Pero tiene bolas de colores, espumillón y un pirulí pinturero en lo alto. 

   — Prefiero un portalillo hecho con caja de zapatos. Pegarle papel de estraza y nevarlo con la harina que sobre de hacer el engrudo.

  —Podemos comprarlo, será más bonito.

   —No mamá, quiero un belén con nubes de algodón en rama y río de papel plateado.

  — ¡Menudo capricho!

  — Y que papá y tú me ayudéis a montarlo. 

   — Hijo, no tenemos mucho sitio.

  —Ahí, en la cómoda. Si quitas todas las medicinas que ya no me hacen nada, cabrá.

La madre, por cambiar de asunto, saca el de los regalos. 

  —¿Has escrito ya la carta con lo que quieres?

El chico, que es muy listo, le responde la pregunta con otra de vuelta.

  —Mamá, ¿por qué a los niños pobres nos traen menos cosas qué a los niños ricos?, ¿es que los pobres somos malos?

  —¡Valiente barbaridad!, ¿de dónde has sacado esa idea? Será que los más favorecidos viven en barrios céntricos. Llegan primero a sus casas y sueltan los juguetes más pesados. Después, en los barrios, pues dejan los menudos.

  —¡Vaya chapuza!

  —¡Cómo te oigan decir más pamplinas, te van a traer carbón!

Doblando con cuidado el tebeo que está leyendo, la mira con ojos de adulto. La febrícula, tozuda como una garrapata, no lo deja desde hace meses, y parece que este sufrimiento le ha otorgado el don del raciocinio.

  —No, mamá. En el hospital me enteré de la verdad oyendo cuchicheos de los críos grandes. Y bastante habéis gastado ya en remedios. Además, lo que pido no cuesta dinero.

  —¿Y que quieres tú, vida mía? -La madre se muerde por dentro los carrillos, se pellizca el dorso de las manos.

  —Que al Fede le den permiso en la mili para nochebuena, que la gata morisca se amanse y entre en la casa y poner el nacimiento. 

Echándose por encima el abrigo, la madre se levanta: pues ahora mismito voy al huerto a por musgo y a pedirle serrín al carpintero. Y dándole un beso en la frente que le quema los labios, sale corriendo a cumplir su deseo.

Mientras, el niño se afana en hacerle el rabo a la Estrella de Oriente recortandocon las tijerillas de uñas, la brillosa portada del tebeo.

D. W