jueves, 28 de abril de 2022

“EL ALMANAQUE DE LAS MUJERES”

 “EL ALMANAQUE DE LAS MUJERES”

Djuna Barnes, una Safo de entreguerras, champán y sándwiches de pepino

 

“Abril tiene treinta días” dice uno de los capítulos de este Ladies’s Almanack y cuando fue escrito por Djuna en 1928 aún uno de ellos, el veintiséis concretamente, no se dedicaba a conmemorar la Jornada Internacional de la Visibilidad Lésbica. 

Barnes, nacida en Nueva York en junio de 1892 fallecía noventa años después y en la misma fecha por esas jugarretas que se gasta el destino. 

Era una mujer muy bella que atraía tanto a hombres como a mujeres, es por esto que llegaron a llamarla “la Garbo de la literatura”. 

Pasó las décadas de los veinte y treinta en Paris, ciudad de la que decía “que era mujer”. Fue este un periodo fabuloso para la historia de las artes, como jamás había sido, pues recogió las inquietudes de una pléyade de féminas extraordinarias que brillaron como luciérnagas: pintoras, poetas, escritoras, periodistas, libreras y toda clase de creadoras se juntaron en la orilla izquierda del Sena. Muchas de estas mujeres fueron pioneras del outing lésbico. Una de ellas, Natalie Clifford Barney, fundó la Academia de las Féminas. En sus salones ofrecía cada viernes picantes representaciones de obras suyas, incluso llegó a contratar a Mata Hari para disfrutar de sus embriagadores bailes y que se paseara desnuda por el jardín, montada en un caballo blanco enjaezado con un arnés tachonado de esmalte color turquesa. Todo este espectáculo iba acompañado por el mejor champán y delicatessens. Los sándwiches de pepino que preparaba su cocinera y asistente personal Berthe Cleyrenrgue, son míticos. Su receta incluye “la versión inglesa de esta hortaliza larga y delgada, aceite de oliva, nata y mostaza de Dijon”.

El salón se mantuvo abierto durante sesenta años y fue el único sitio en Europa donde podían asistir las mujeres para hablar de creación, hacer debates, gozar de los placeres de la vida social e incluso ligar entre ellas sin miedo a un rechazo social. Las calabazas se aceptaban sin escándalo. Puede considerarse una crítica contundente a la Académie Française, que no admitió a ninguna mujer hasta 1974

De este engranaje loco y lunar sacó Djuna Barnes la idea para su Almanaque de las mujeres. La primera tirada fuero 1050 ejemplares ilustrados con veintidós dibujos a pluma de la propia autora, cincuenta de ellos coloreados por sus manos. Se cuenta que, acompañada por sus acólitas, fueron a venderlos una noche a los transeúntes que encontraron por las orillas del Sena.

Almanaque se trata de un texto “en clave”, escrito en lenguaje isabelino, tan críptico que la propia Djuna, en una entrevista que le hizo Michele Causse en 1981, admitió: “No entiendo nada. Nada de nada. No sé en absoluto lo que quería decir. Lo he olvidado. Ni Dios mismo se orientaría”. Se dice que este libro no llegó a ser famoso porque la propia autora le quitó importancia. También se ha dicho que el tono de la narración pudiera ser “un manto protector de lo que, de otro modo, podría ser censurable”. Y es que Djuna ni era modestani sufría trastornos de memoria ni mucho menos, era tonta.

En cualquier caso, es uno de los pocos textos que cuestionan las teorías del momento que relacionaban la homosexualidad con el narcisismo y consideraba a la lesbiana “una invertida” cuyo único afán era simplemente adoptar el rol masculino.

Cuentan las traductoras que volcar en otra lengua las palabras de Djuna ha sido arduo y no lo pongo en duda. 

Acabo aquí, dejando entreabiertas las puertas de la curiosidad para aquellas (y algunos valientes aquellos) que quieran entrar en el mundo de Djuna, que no fue muy prolífica, pero sí eficaz. Los últimos cuarenta años de su vida los pasó encerrada en un apartamento neoyorquino, sin aceptar visitas ni siquiera la de la cuentista Carson McCullers o la escritora Anáis Nin. La actriz Bartha Harris le dejaba rosas en el buzón y nunca recibió respuesta. Susan Sontag, tras leer su libro “El bosque de la noche” se desviaba de su itinerario solo para intentar verla, pero jamas salió. Murió allí pocos días después de cumplir noventa años, al parecer de inanición. Genialidad y locura van a menudo de la mano.

Solo añadir que el Almanaque de las mujeres lleva este subtítulo:

                                           de sus signos y sus mareas

                                          de sus Lunas y Mutaciones; 

                                            de sus Estaciones, Eclipses 

                                                 y Equinoccios; y

                                   el Relato Completo de sus Trastornos.  

                                                diurnos y nocturnos 

                                                  Escrito e ilustrado 

                                         POR UNA DAMA A LA MODA

 

Y empieza así:

Esta es la Historia de la Moza más hermosa y delicada que jamás humedeció una cama.

 

*”El Almanaque de las Mujeres” Djuna Barnes (1928)

Editorial EGALES S. L. 2008 / Colección OTRAS VOCES

Prólogo de Isabel Franc 

Por mi parte, un pequeño homenaje en el Día de la Visibilidad Lésbica.

D. W

          


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