BRISA
Brisa López fue, a los doce años, actriz revelación en una serie fungible para adolescentes ansiosos de modelos que imitar. Llegando a sus veintisiete la productora, dándose cuenta de lo imposible de alargar la pubertad en tíos con pelo en pecho y niñas que roneaban con futbolistas, decidió matarlos a todos en el regreso del viaje fin de curso con un accidente aéreo como chimpúm. Si encartaba alguna vez hacer segunda parte, usarían el recurso de que todo fue una pesadilla del jefe de estudios.
Para aprovechar los coletazos de fama y mientras la colocaba en otro serial, la representante de Brisa (representanta pues era mujer) le aconsejó escribir un libro.
—A ver Fanny, que no soy escritora.
—Eso no importa, querida, ningún famoso que publica lo es. Mira, una especie de Guía de la autofelicidad tendría salida, imagina -y levantando los brazos con las manos muy abiertas, hacía como que proyectaba la ebullición desbordante de su oxigenada cabecita (a trescientos euros la sesión de peluquería) sobre las cortinas de Zara-Home: “Aprende a conocerte a través de tus zapatos” ¿no te parece un título genial?”.
Con el poder que tiene el incentivo de trincar un buen porcentaje de las ventas lo organizó tan bien que a los tres meses el libro no sólo atestaba las baldas de los centros comerciales sino de las librerías “serias” y además era un bestseller.
Brisa, que se llamaba así porque sus padres eran hippies en la época en que ella nació, se dejó llevar. Entre el negro (negra porque era mujer) y los editores, aliñaron unas páginas con imágenes oníricas y fotografías de sus pies cubiertos de espuma asomando por una bañera old fashion o pisando uvas tintas en un barreño.
La actriz quedó encantada al ojear el primer ejemplar. La portada saludaba con un binomio disparejo de chinela y stileto de suela roja. En la faja fucsia que ceñía la rotundidad del tomo se destacaba el número de unidades vendidas (con siete cifras) y frases (compradas) a gurús de la moda y a escribas amamantados porla misma editorial:
“Cuando vuelvas la última hoja del libro no serás la misma persona. Habrás aprendido que caminar por la vida es más fructífero si preparas cada noche los zapatos que lucirás al día siguiente” -Con esta metáfora existencial Brisa López nos devuelve a la lucidez y la calma-
“Vanitas News”
“Este libro te tomará de las entrañas y te volverá del revés”
Perengana, autora de “La estentórea pulcritud de las cucarachas huérfanas”
Brisa acabó harta de firmar libros en supermercados y centros del extrarradio, rodeada de guardaespaldas que la defendían de una hueste granujienta y taquicárdica. Cuando le preguntaban qué quería decir con esta o aquella sentencia se limitaba a responder: “buena pregunta, esa es mi favorita” y sonreía, mirando arrobada el calzado que llevase, siempre de autor caro y fuera del alcance de sus fans, haciendo que el entrevistador olvidase lo preguntado. Nunca necesitó tanto tirar de su oficio de comediante.
Pasado el fervor literaturesco intentó empezar una carrera sólida, pero para una actriz acostumbrada a ir en limusina el mundo es aún más complicado que para los mortales de a pie. No solo debe ser bella sino parecerlo a todas horas y bajo cualquier circunstancia. Y tener talento. Claro que este no se ve si no se demuestra y los roles que le ofrecían no se prestaban al lucimiento intelectual. Ya no la llamaban “joven promesa” pero tampoco “gran intérprete o fiera escénica”. Entraba en una edad en la que era vieja para hacer de joven y demasiado joven para interpretar a mujeres maduras.
Fanny, la representanta, ideó sacar un nuevo libro que la devolviera al “candelabro”. Esta vez sobrio, pero tifo de carnaza, con una portada en la que una antigua tira de “Fotomatón” mostrara siluetas confusas.
—El libro se titulará: “Manual de los Excepcionales” -ordenó- y va a ser autobiográfico. La vida, para los seres especialmente sensibles como tú, es difícil, así que darás pautas para que la mediocridad y la envidia de los otros no ciegue ese brillo interior que solo poseéis los elegidos.
Brisa la miraba atónita, pero no supo negarse.
El libro salió, aunque no con fortuna. La vida de Brisa, expuesta desde bebé con una foto donde su madre la sostenía en brazos mientras fumaba un porro, pasando por instantáneas robadas en topless, ya no interesaba a sus seguidores que se habían desprendido de sus granos y ahora se afanaban, al igual que ella, en ganarse un jornal. De ahí que la imagen de la pseudoautora en la contraportada luciendo un solitario comprado en Tiffany’s les pareciera urticante. Sus padres, a los que perdió a los ocho años por un error matemático de gramo de más, hubieran muerto de nuevo al ver a su retoña exhibir semejante desvergüenza capitalista.
Debajo de la foto, en letras blancas sobre fondo oscuro, rezaba su supuesto mantra:
“Yo lo valgo, yo lo merezco. Cree en ti y lograras lo que emprendas”.
Viendo a su representada baja de ánimo, Fanny le aconsejó que leyese “su” primer libro. “Aplícate tu cuento, nena, que mejor nos irá”. Definitivamente no tenía vergüenza.
Cuando le consiguió entrar en el reality show de “La Visa de los famosos” Brisa dijo basta. Vendió el diamante, lo que la mantuvo un año y dio el paso de despedir a Fanny. Aparte de ahorrarse su desmesurado sueldo comprobó que sin ella conseguía trabajos, aunque de los que esta despreciaba: “teatruchos de provincias, alojándote en pensiones de ajo y chinches. Te morirás de asco”.
Brisa le sacó la lengua, apartándola de su vida con un soplo que la hizo rodar hasta desaparecer allende el horizonte, igual que los fantasmagóricos arbustos de un spaghetti western.
D. W