domingo, 27 de febrero de 2022

EL RETRATO (1915)

  EL RETRATO (1915)

Un revuelo de golondrinas con faldas conmueve la casa-vecino (fijarse en el matiz que no es lo mismo que decir corralón, musho cuidaíto) desde hace dos días. Se cristiana el primer retoño de los dueños y después darán una merienda de postín. No  los días se ejercita el bigote de gorra. Pero lo menjó de lo menjó, sobre  para las mocitas, es que han requerido a un fotógrafo para que inmortalice el acontecimiento.

Es una foto anunciada con tiempo; así el mujerío puede rizarse las greñas, planchar la pechera pliseá y desempeñar el mantoncillo bordáo.

Verse en un retrato no es lo mismo que en un espejo. Lo malo es que si te pilla en el inte y sales desbaratá no hay arreglo. Si acudes al gabinete del retratista sí que te apaña la afoto y hasta la ilumina inventándose los colores del vestío y del pelo, avivándote como claveles reventones los carrillos y el hocico si fuera menester, quedando tan peripuesta como las artistas que salen en las postales, pero eso, mire osté, cuesta un perraje. De ahí que regalar una foto es seña de que se tiene en buena estima al que la recibe.

 —Pepa, ¿me empresta la falda que está alfombrá en los cuadriles?

 —¿De ahonde tas sacáo tú semejante embuste?, a mi no me hace farta relleno ni mijita ¡toca, toca! -reta, pellizcándose las redondeces. Mirando a su amiga, más escurría que una pintarroja, le devuelve el puyazo- Sea, pero de cintura lo mesmo te quéa chica.

 — Ya me apretaré el corsé.

 —Po si eso… tú me corresponde aflojando el abanico de náca.

 —¡Uy, ese no lo suerta mi madre ni que le den con pan caliente!

 

Se preparan las mozuelas para lucir guapas, frotándose la cara con agua de rosas, encargá en la botica, para dar frescura al cutis. Sacan brillo a las botitas abotonás de blanco piqué, que hacen un pie primoroso, no en balde la andaluza tiene fama de ir siempre bien calzá. Los hombres golosean. Se les van los ojos trepando por la puntera acharolada, imaginando el fino tobillo, la jugosa pantorrilla enfundada en media de seda que una liga retensá por cinta de raso recoge temblorosa por encima de las corvas. De ahí  arriba todo es dicha, pecado y el Edén, pero ese frondoso jardín se guarda celosamente, solo se enguispa en las postales verdes. O, como está mandáo, después de que el cura largue las bendiciones, con las pístolas de san Pablo requetereleías.

 

¡Ay qué gusanillo corre por dentro, madre! Llega el momento de posar. El retratista las organiza a la contraque un batallón, oséase, las más zangonas detrás y las má recortaíllas, delante. Todas se han perfumado comprando en la droguería dos gordas de colonia de nardos con la que se aplacaron el pelo y sahumaron puños y dobladillos. Las madres se ríen “¡vaya chalaura, si el oló no se ve!”. Pero las niñas se sienten más guapas goliendo a gloria. Como las enaguas, que van por dentro, pero gusta sentirlas bonitas y almidonás para que se escuchen

 

Llevan un rato acalambrás por la postura y el tío que no tira la placa. La mamá primeriza barrunta por cómo entresaca los labios el infante, que se está despertando y se va a poner a berrear reclamando su rancho. La Juana está de guardia en la mesa de la convía para que no haya asalto y las modelos se queden caninas. A ella le dan repelús las fotos. Su marío es chamarilero y está acostumbrá a ver como cuando la gente, qué al igual que a ella el diablo no la ha dáo  que sobrinos varones, espicha, estos venden los retratos por lo que les den por el marco. Y ella no quiere que su jeta siga roando una vez que se la hayan comido los gusanos.

 —¡Enga señoritas, que va a salí el pajarito! 

En ese momento, el Marmolillo, que haciendo gala del nombre va tó tajáo, irrumpe en tromba y se para delante de la cámara como hipnotizáo por el artefacto ciclópeo; los ojos abrotoláos por el exceso de alpiste, las piernas abiertas, abarcando terreno pá no caerse, meciéndose más que la cuna del neófito o un tentetieso. En esa estamos cuando blande la chaqueta que lleva jecha un guiñapo y le espeta: ¡ey, toro! 

Al fotografo le hace maldita gracia que lo confunda con un Murube y le endiña un relampagazo que casi lo vuelve a sus luces de haberlas tenido alguna vez.

   —¡Me cago en dié, qué má dejáo siego el ioputa!

El fotógrafo le increpa, “¿pero no ve, malaje, que ma hecho una saborición?, ¿a mí quíen me paga esta placa?

El intruso metepata, con la túnica que lleva y ciego por el lamparaso, se pone farruco.

Vienen los llantos, los amagos de pelea y guantazos. ¡Amo a vé, amo a vé si no vá a vé que avisá a la autoriá! Al final la cosa se apaña gracias al padrino, que se ofrece a sufragá otro cliché.

Se recompone el grupo de revoltosas, dándose salivazos con los déos unas a otras para aplacar los pelos espaventaos por la coyuntura.

—¡Quietos paráos! -pasan más de un minuto aguantando la respiración, cosa que tiene mérito para una de las vecinas que hace poco padeció una alferecía y le cuesta trabajo guardá la postura. “Ya”. Resoplido general y palmas. Aún tardarán lo meno un mes en ver como han salío, pero están más contentas que niño con caramelo. 

Al Marmolillo lo encierran en su casa. Va con diarrea verbal hasta que lo tumba la mona y allí se quéa,durmiéndola. Hubiese estado bonito que largara los quitapenas trasegáos, aguándole al público las ganas de merendar. Bueno, eso no, pero habrían tenido que baldear el patio y mancharse el ruedo de las faldas.

El nuevo cristiano mama con ansía ajeno a todo. Sale a la puerta calle el padrino ante el clamor de la chavalería, que reclaman las perrillas a pagar por cada rorro pasado por agua.

 

Padrino Lagarto

eche osté los cuartos

no los gaste en vino

no sea osté cochino”

 

El fotógrafo da de mano, recoge sus bártulos y enfila para su casa no sin antes comulgar, pá bajarse el sofocón, con tres redondelas de salchichón de Málaga empujás con Lágrima Christi.

D. W



 

lunes, 21 de febrero de 2022

DE PIMERMÍN Y ORO

 DE PIPERMÍN Y ORO

Avanza hacia la barra preñando el aire con su perfume animálico. Aupa una cacha con la mano y se ayuda de la otra para encaramarse al taburete, que apenas cede a su peso: ¡Niño, ponme un pipermín!

El camarero, que no es tan niño, ataca:

  —Jopé, Rosa, di primero buenos días, ¿no?

Ella se ríe, apretando los labios para no descubrir los huecos. ¡Cuánta ceremonia, Mateo! Dame también un cruasán, pero sin calentarlo, que sí no sabe a gachas.

Una vez servida moja la mitad del dulce en el licor hasta que se convierte en una papilla verde. Como la conoce le pone cucharilla y con esta rebaña las sopas hasta dejar el vaso limpio. Envuelve la mitad sobrante en servilletas de papel y la deja caer con disimulo dentro del bolso.

  —Apúntalo, rey.

Mateo le manda un beso con las yemas de los dedos. Rosa fue amiga de su padre, lo demostró con creces al morir su madre. Muchas tardes le dio de merendar en su casa. Él hacía los deberes mientras ella se pintaba las uñas ¡Soplemos para que sequen! A veces a ella le brotaban en la piel cardenales o mordiscos. Me picó una chinche, pero la aplasté de un zapatazo, decía para alejar la preocupación del chico. Él recuerda la ropa interior puesta a secar en el toallero y una tortuga de ojos alfilerinos dormitando seis meses al año envuelta en una estola esmeralda. Al anochecer volvían al bar; justo cuando su padre cerraba su jornada Rosa se abría a la suya.

 

Casi llegando a la puerta la llama: Rosa, te dejas esto. Ella lo mira agradecida, desenrollando los pliegues color lechuga que cubren sus ojos de sauria. Toma el sobre que le tiende y lo guarda en el pecho tras los collares de oro embustero. Muchas gracias, hijo. A Mateo le gusta que le dé ese nombre.

 

Dartañan se llama así por el dibujo animado y conoce el ruido de las llaves. Hace cincuenta años lo rescató del Rastro por ciento veinte pesetas. Aunque Rosa ignora si es hembra o macho lo trata como varón y lo incluye cuando habla. Hola, Darta, ya estoy aquí ¡y con material! -Suelta sobre la mesa una bolsa- Vamos con retraso, pero hoy terminamos esa tiara. Los dedos artríticos son lentos. Es gracioso que hayamos acabado cosiendo perifollos para novias, rodeados de azahares y tules ¿eh, Darta?

La tortuga avanza sobre los retales y saca el cuello. Rosa sonríe, hurga en el bolso y se le enredan en un siete del forro los extravagantes anillos, testigos de antiguas bonanzas. Por fin encuentra el gurruño de servilletas, saca el medio cruasán y se lo ofrece al reptil que recibe la golosina con parsimonia. 

Librándose del vestido, lo estira sobre la cama y se acomoda dentro de una bata color uva, estampada en dorado. Me gusta el verde desde que vi en el cine “Irma la dulce”. Hay que tener algún principio al que aferrarse, ¿verdad, hijo?

Darta se repliega en su concha; parece una piedra de río.

D. W



 

 

sábado, 19 de febrero de 2022

PEDANTONES AL PAÑO

 PEDANTONES AL PAÑO

Cada mañana descansamos sobre el semáforo curvo que casi abraza la carretera, sin temor a las luces de colores pues somos aves urbanitas. Desde aquí observamos a la fauna humana que deambula desnortada por aceras sucias y rotas.

No pasa día sin que alguien se resbale por mor de la película grasienta que alfombra el suelo. Jamás nos reímos y menos cuando le tocó a una hembra de pelo claro que suele llevar un chaleco con la palabra VOLUNTARIA dibujada detrás. La hemos visto muchas veces con silbato y megáfono defendiéndonos. A la pobre se le fue el pie con tanta mugre, quebrándose lo que en nuestra especie viene a ser un ala. Y es que a esta ciudad tan bonita nadie la espulga. Después nos echan la culpa de que son nuestros excrementos los que empuercan. Pues que se sepa, ningún pájaro fuma, masca chicle ni su motor escupe aceite. 

Por estos lares priva construir bloques de hormigón, inhóspitos para hacer nidos. Y cada vez dejan menos árboles que atraigan el agua, el cemento la aleja, eso lo sabe hasta un pichón. En otras ciudades norteñas, a pesar de que llueve con frecuencia, baldean y cepillan las calles para hacerlas amables. Aquí parece que lo gozan exterminando cotorras, jubilados e incluso, manzanos

Hace tiempo que cazar lombrices es una odisea, cuesta despegarlas del piso; encima multan a las personas que nos ofrecen alimentos para subsistir.

Gracias a que hay humanos tan gloriosamente animales como la señora del chaleco, el barbudo que va en bici y nos cura o la niña Luna que es un sol. Ellos valen por todos los demás pedantones al paño que van, en palabras de otro hombre bueno que se vio obligado a migrar precisamente por su bonhomía, apestando la Tierra.

D. W

*A Carmen, para que se mejore pronto.

 

 


martes, 15 de febrero de 2022

ROSA Y MORTAL

 ROSA Y MORTAL

Me apropio (casi) del título del hermoso libro de Umbral, que a su vez lo tomó de un poema no menos precioso de Pedro Salinas, para titular esta entrada.

Cercana está aún la noche de los Goya, esos premios que otorga la academia de cine español a las películas e intérpretes más relevantes del año. Entre la farándula lo llaman “El Cabezón” y para entender el porqué solo hay que mirar la estatuilla.

Otras cosas están menos claras. A esta gala los invitados acuden vestidos por las mejores agujas, a pesar de que a veces parecen que los modistos son sus peores enemigos. Es el caso de una estupenda cantante a la que adornaron con plumas los puños; imaginar que iba dejando hilachos en los canapés producía casi más grima que la certeza de que habían desplumado a un inocente. Pero a lo que voy es a hablar de lo acontecido a Eduardo Casanova, si no les suena el nombre recuerden al hijo gay de Chema, el tendero de la serie “Aída”. Hoy día tiene treinta años y un currículum impresionante tanto de actor como de director. Su film, “Pieles” fue seleccionada para el festival de Berlín y se estrenó en 150 países (rodada, además, con autofinanciación). Pues como digo, Eduardo asistió a la ceremonia con un traje pantalón negro adornado con grandes lazos rosas y escote bardot, maquillado también en tonos rosáceos y el pelo teñido a juego. Remataba el estilismo una gran lazada trasera. Como es de esperar en este país casposo obtuvo numerosas críticas; él dice que no le importan “sobre gustos, colores” argumenta. Lo grave es que, además, ha recibido amenazas e insultos, a destacar el de una mujer que le espeta en Twitter: Hijo puta, devuelve el dinero que has malgastado en tu mierda de película, cínico, sidoso, vividor.

Por supuesto la ha denunciado a la policía.

En los Goyas de 2020, los últimos antes de la pandemia, Casanova pidió subvenciones para el cine: dinero público para hacer cultura anti-fascista, sobre todo en este momento que parece que vamos hacia atrás. El señor Espinosa de los Monteros corrió a teclear: es que todos son un meme andante. También la famosa cadena radiofónico-carroñera se ha pronunciado llamando hipócrita al actor por un mensaje escrito hace diez años y probablemente sacado de contexto que decía “Los Goyas son una puta vergüenza. Dan asco y me voy a la cama para no liarla”. Ignoro las circunstancias en las que fue vertida esta afirmación, pero en ningún momento justifica las amenazas.

En los últimos meses hemos asistido al asesinato en público de varios jóvenes por el solo hecho de “ser maricas” como les llamaron sus agresores mientras perpetraban el ataque. Es un hecho que la homofobia existe a pesar de que a mí me caen muy bien los gays, yo tengo un amigo así.

Hay que echarle valor para vestir ese traje y exponerse tal cual se es: rosa y mortal.

D. W



 

 

 

 

domingo, 13 de febrero de 2022

EL DÍA MÁS FELIZ

  EL DÍA MÁS FELIZ 

Solo ella sabe cuántas novenas y oraciones a San Antonio se ha tragado durante los últimos dieciocho años, pero al fin hicieron efecto.

Hoy Eudosia se casa.

Desde los veinte le habla al Alipio, que no se decidía a pesar de haber cumplido ya los cuarenta. Solo cuando calculó que su madre, con la que vivía tan ricamente, se iba pal Batatá consintió en fijar fecha de la boda. Y así, dos meses justos después del entierro, aprovechaba el traje del luto para casarse.

 

El ajuar de ella es prolijo. Docenas de sábanas y mantelerías se apilan en un tenderete montado en el futuro hogar marital, que no es sino las dos habitaciones alquiladas donde siempre vivió el Alipio, blanqueadas, si, pero con los muebles de la difunda. Ni la cama niquelá donde dejó el último aliento ha consentido cambiar.

Eu accede a todo. Siente cosilla, pero no le va a dar pie al Alipio pá plantarla después de haberla tenío entretenía tanto tiempo.

 

Se mira complacida en la luna de la coqueta. Su hermana procura sujetar el velo a las escasas greñas y este se escurre por exceso de brillantina. Para contrarrestar, espurréa a Eu con dos botes de laca y entre tanta neblina parece un querubín. Nunca se ha pintado, ¡uy por dios! don José, el párroco, opina que las mujeres decentes no deben hacerlo; la han convencido sus amigas, casadas todas ya, de que los fogonazos del retratista se comen el coló, aunque las afotos sean en blanco y negroNo quiere salir en el reportaje amarilla Fú Manchú así que le enseña a la peinadora una postal de Carmen Sevilla para que la arregle igual. Siempre fue mujer de fe.

El vestido se lo ha hecho la modista del barrio con una pieza de raso que compró en el cincuenta y nueve. Una década después ha habido que orearla para quitarle el olor a arcanfó, pero ha valido la pena porque cundió hasta para vestir a las dos niñas que llevará como rémoras pegás a la cola. El velo es alquilado y la corona emprestá. El ramo, de claveles reventones, regalo de su cuñada. 

Va de blanco porque puede. En tantos años solo ha hecho pequeñas concesiones como enseñarle al novio medio pecho monjil o dejarle que le magree las mollas y eso porque sin cebo no pican. Pero resistió a pesar de las carantoñas masculinas “anda cuchicuchi, si nos vamo a casá”, “¿cuándo?” el Alipio se enfriaba y decía circunspecto “cuando Dios quiera”. No era ignorante la Eudosia de que los hombres saben buscar una mujer cuando les hace falta. Es un hecho asumido por todas las solteras, absolutamente necesario para el desahogo natural del varón. El Alipio se quejaba de tener que pagar para oler un papacheco y la Eu lo hacía callar haciéndose cruces ¡Por Dios, charrán, que estamos en Cuaresma! Y corría a confesarse como si hubiera sido ella la pecadora.

 

Esta noche descubrirá las delicias del amor que solo conoce por las fotonovelas de Corín Tellado, porque no es propio de una mosita, aunque sea polletona, mostrar interés en esas cosas.

Mete los pies en los zapatos, planos porque emás alta que el Alipio. Las sobrinas le prenden un ramito de azahar contrahecho en la cintura, rubricada a machamartillo por la faja. Eu nunca fue de tipo fino. Para terminar el arreglo cubren su rostro con el velo. Se enhebra del brazo de su cuñáo y se persigna.

 

El coche alquilado que la lleva a la Iglesia chorrea esparragueras y floripondios hechos por sus compañeras de la Sección. Todo el barrio se concentra en la puerta para ver de salí a la novia. ¡Qué guapa vá, ihá!, gritan. A Eu, que pocas veces le han echado un piropo, estos le saben a gloria.

 

Avanza por el pasillo, alfombrado pues ha pagado un plus, hasta el Alipio que la recibe en el altar. Ella le susurra mientras se sienta y le recomponen el traje “¿estoy guapa?”, “como siempre” le contesta dándose tirones de las mangas que le quedan algo cortas. Ella se entristece, pero le dura poco. Es su día y ni el novio se lo va a amargar. Como no va a haber convite por estar de luto (y porque el novio pertenece a la cofradía del puño) la boda se celebra a las siete de la tarde y en domingo. Eso fastidia mucho al Alipio que se queda sin escuchar er furbo. Sus amigotes idean una treta. Uno de ellos llevará un transistor con sonotone a la iglesia y mediante señas le irá informandoPero llega tarde y se sienta en el banco de atrás. El novio se pasa toda la ceremonia retorciendo el pescuezo, como si le hubiese dáo un aire. “¿Que te pasa?” le pregunta ella. “Ná, que uno no está jecho a llevá corbata”.

El casorio resulta largo como condena porque Eu no quiere que acabe tan pronto su día de gloria y ha pedido que después de la misa nupcial se celebren “esponsales de velaciones”. Los padrinos envuelven con el vaporoso velo la espalda de él y don José les ata las manos con un lazo mientras suelta un sermón de aúpa. No en vano la Eu es la más dispuesta de sus beatas y seguirá vistiéndole a los santos aun después de casada. Esto no es óbice para cóbrale un plus (otro) por los extras.

Alipio, ajogáo con tanto trapo, no puede comunicarse con el paisano. Es su última oportunidad para escapar, “si saco los catorce, no me caso”. El susodicho, que se ha adormilado con la matraca, despierta ante los gritos de Matías Prats que canta un gol. “¡GOLLLLLL” chilla el paisano sin acordarse de donde se encuentra. “¡Gol… losa, golosa que va la novia, que suerte tiene er chavó!” Así intenta aviar la cosa. Las beatas montan en cólera y don José aprovecha para soltar otra flípica contra los impíos. 

Así os contrayentes pasan dos horas de rodillas. Cuando se levantan están enmorecíos.

 

El paisano se acerca y compungido le suelta al novio “Mira que lo siento”. A la Eu se le ajúma er pescáo, pero él argumenta “mué, si lo digo porque su habéi quedáo en onse”.

 

Después de hacerse las fotos de estudio van, en petit comité, a tomar algo a un bar cercanoEl Alipio se prepara para el asalto tapiñandose dos bocadillos de salchichón de Málaga empujáos con pajarete. La Eudosia no toma nada, pensando en el trago que le espera.

 

Llegan a su casa entre aplausos de los vecinos. Eu entra toda arrebolá y él se queda fumando en el corredor. Ella se despoja de las galas nupciales con cuidado y mucha pena. Ya no volverá a lucirlas, ni siquiera si enviuda. Querría poder atrasar el reloj y volver a revivir una y otra vez esa tarde. 

Llena la palangana con agua del balde para refrescarse y se mete en el historiado camisón que espera sobre la blanca colcha de novia. Desliza unas gotas de “Tabú” en los sobacos, el canalillo y en los rizos que tiene bajo la barriga y se mete en la cama. “Aliiiipio, ya”.

Quince minutos después su recién estrenado marido ronca vuelto de culo. “Tanto misterio pá esto” piensa la Eu. Levantándose, va a la sala y a la luz mortecina que traspasa los visillos de tergal, dobla con primor el velo que debe devolver mañana lunes sin falta, si no quiere tener que pagar otro plus por el retraso.

D. W

 



 

jueves, 10 de febrero de 2022

MÁS ES MÁS

 VisiBiliz-arte VI, antología de relatos en torno a la mujer dirigida por Esther Tauroni.

MUJER Y CÁNONES DE BELLEZA

OBRA DESIGINADA: “María Antonieta en vestido de corte” por Élizabeth Vigée Le Brun (1778)

AUTORA: Dela Uvedoble

 

MÁS ES MÁS 

Alborea cuando monsieur Leonhard, peluquero personal de María Antonieta, se encasqueta la peluca con la pericia propia de su oficio y manda cargar tres cajas lacadas al carruaje. Debe estar en presencia de la reina nada más esta despache su frugal desayuno.

Ella lo recibe envuelta en un batón de seda protegido por un amplio peinador. Él la saluda inclinándose hasta barrer el suelo con el tupé. 

   —¿Como se siente hoy su majestad?

  —Ansiosa. Pasada la cuarentena de mi tercer parto preparo mi rentrée en la corte.

   —Hagamos entonces algo inolvidable.

  —¡Como me comprendes, querido!

El maestro procede a elaborar el peinado pouf. Desenreda el cabello untándole pomadas grasas y cepillándolo. Luego carda y anuda extensiones de pelo natural al de la soberana, aplicando un endurecedor a base de clara de huevo. Enrosca los mechones sobre un soporte de alambre almohadillado que mide ochenta centímetros de altura y lo espolvorea con harina de arroz. Unos días antes aplicó agua de Jabel, un producto novedoso que aclara el pelo, algunos le llaman lejía, pero es más sugerente el primer nombre. 

Las pelucas quedan para ocultar la calvicie masculina, como la del desapasionado Luis XVI. Bajo ellas los nobles esconden pelambreras llenas de piojos y no pocas veces, filetes sanguinolentos para atraparlos.

Las damas en cambio, deben exhibir su auténtico cabello, aunque no hay normas que digan que no se pueda hacer trampas. 

Salen de las cajas un sinfín de accesorios para enriquecer el peinado, es ley que nadie luzca más adornos que la monarca. Entre ambos y sus más íntimas damas deciden que el tocado del día sean pequeños diamantes dispersos y un nido que albergue tres polluelos, representación de la reciente maternidad. Todas aplauden el resultado.

  —Monsieur ¡es espléndido! -y lo besa tres veces en las mejillas pues un buen peluquero es como un padre benefactor.

 

Pese al miedo que toda persona sensata debe tenerle al agua, pues en ella flotan las miasmas de la peste, Antonieta se lava las piernas todos los días, más aún después de volver del Hameau de la Reine, una aldea en miniatura regalo de su esposo, copia de las verdaderas, aunque las cabañas por dentro son lujosas. Allí lleva a sus hijos, enseñándoles lo bucólico de la vida campestre, pero obviando la dureza en la que malvive el campesinado.

 

Una vez al mes toma baños en dos tinas, una de enjabone y otra de enjuague con leche de cabra para mantener la claridad de la piel. En el agua se disponen sacos llenos de malvavisco, almendras dulces y avena. Se dice que una hechicera vendió a la reina por una alta suma la receta de un ungüento con sangre de paloma y lino que tersa el vientre, los pechos y el rostro.

María Antonieta descansa después en un coqueto lecho dispuesto en la sala de aseo. No es para menos tras el esfuerzo realizado.

Ella, aun bendecida con una piel hermosa, la blanquea con solimán, un preparado de mercurio. Luegoempolva su rostro con blanc de céruse, astringente, aunque tóxico y deja que las damas de mejor pulso retoquen con carboncillo sus cejas, tracen finas venas con lápiz azul para crear ilusión de tez transparente y pinten su boca con carmín, exagerando el puente del labio superior para convertirla en capullo de rosa. El colorete, que se vende dispuesto en servilletas y proviene del minio, se extiende en triángulo desde las orejas hasta la nariz. Sin embargo, son los hombres los que más se maquillan, estampando en sus mofletes redondelas de un rojo exagerado. 

Se termina la toilette eligiendo lunares de terciopelo llamados mouches (moscas) que se adhieren con un fuerte pegamento a cara y escote. Es más que una picardía pues ocultan los hoyos del acné o la viruela. Las mujeres deben tener un cutis perfecto que pregone un alma pura.

 

El perfume, en una corte en la que huele a orines, es esencial. Son casi veinte mil almas residiendo en Versalles, y aunque se dispone de trescientas cincuenta chaises percèes (sillas perforadas para defecar) son insuficientes así que los varones orinan en el patio y las damas llevan consigo una palangana portátil que camuflan en un libro falso titulado: Viaje a los Países Bajos. Después se tira por doquier, traspasando la tierra y filtrándose a las aguas, de ahí que se prefiera beber cerveza o vino.

 

La reina desdeña los platos recios, prefiere las golosinas, aunque debe tomar caldo de gallina en el que se haya hervido además una herradura vieja. Dicen las comadronas que ayuda a criar la sangre perdida en el parto. Los cocineros inventan postres que ella picotea. Sus damas la imitan, pero hartas de dulce se guardan en el escote, cuando van al huerto real, puñados de guisantes para saborearlos en privacidad, frescos son un lujo reservado a la nobleza.

 

Dos veces por semana se encierra a solas con Mademoiselle Bertín, la más reputada costurera de Francia, que aparece en palacio con tres pesados baúles. Juntas traman los modelos que lucirá en las próximas jornadas, una soberana jamás repite traje ni medias de las que se cambia tres y cuatro veces al día. Las tiene en más de cincuenta tonos bautizados con nombres como vientre de cierva, viuda reciente fóllame querido.

Tiene Antonieta que volver a meterse en estrechos corpiños tras pasar meses con los vestidos sueltos llamados inocente, que disimulan el embarazo. Modistas y sastres son arquitectos que mediante borra y armazones rellenan pantorrillas o yerguen hombros caídos, tanto en hombres como en mujeres. Es una corte de apariencias llevadas al extremo de sacrificar comodidad y salud.

Bastantes damas han intentado sobornar a la Bertín para estrenar un modelo antes que la reina, pero nunca cede, mataría a la gallina de los huevos de oro. Se dice que la soberana no va a la moda, sino que es la moda. El poderío de Francia se demuestra en la apariencia de su reina, cuya artillería consiste en la riqueza que porte sobre sí. 

Los vestidos cada vez son más aparatosos, con trenes (colas) de hasta doce metros, más por protocolo de estado que por desmesura de Antonieta que prefiere ligeros vestidos de muselina blanca y así se hizo retratar por la pintora Élizabeth Vigèe Le Brun en uno de los más de veinte cuadros que pintaría de ella y sus hijos. Los cortesanos se escandalizaron ante tanta sobriedad, por esto los demás retratos oficiales fueron suntuosos.

Élizabeth, que contaba la misma edad que su regia modelo, estableció con ella una gran complicidad llegando, pocos años después, a llorar con amargura su muerte.

 

Cuentan que María Antonieta encaneció durante su encarcelamiento, sin desdeñar las zozobras y penas sufridas el hecho se explica por la ausencia de monsieur Leonhard y sus potingues. 

 

*Salgo del relato para leerlo en perspectiva de alzado y concluyo que tan aterrador resulta embadurnarse con mercurio como dejar de comer para caber en una talla XS. Cambian los tiempos, pero la obligación social de asemejarse al cannon de belleza permanece.

 

Dela Uvedoble 



sábado, 5 de febrero de 2022

OMMMM…

 OMMMM 

Hallábase dispuesta a probarse un anillo de platino y diamante cabujón cuando, al sobresaltarse por el timbrazo del Messenger, se le resbaló hasta el suelo quebrándose en añicos. De la boca del joyero enguantado emergieron cientos, miles de rayos estroboscópicos, iluminando su dormitorio.

Molesta y espabilada sin remisión, bajó de la cama descalza para desenmascarar al impertinente que la había sacado de tan linda ensoñación a las cuatro y veinte de la madrugada. Calándose las gafas, leyó:

“¿Eres espiritual?”

La pantalla volvió a encenderse, una larguísima estela azul preñada de letras blancas serpenteaba salida de la nada. 

 

“Salve, Terrícola:

El Maestro de Luz pide a los humanos de buena voluntad que expandan este mensaje por toda la Galaxia. Únete a las Celestes Legiones que recorrerán el espacio llevando un mensaje de Paz a los habitantes de otros mundos. Formaremos Legión y tú serás guerrera Interplanetaria que luchará contra las Oscuras Fuerzas. Nos, Semillas Cósmicas, nos unimos a los Hermanos Extra-Terráqueos contra los Malignos Entes que quieren vampirizarnos con virus y soberbia”.

 

Al llegar a ese punto el estupor cambió a la risa. Se sabe que las redes están llenas de chalados, pero este era genial.

 

“Hermana en Luz, el Maestro, apelando a tu bondad, te emplaza para que, justamente a las cuatro y cincuenta y nueve, salgas desnuda a la terraza, alzando sobre tu cabeza los brazos y entonando el Omsagrado con que vibra el Universo. Serás ungida con polvo estelar y formarás parte de Nos. 

Corto y Cierro”

No bien acabara de leerlo, otro mensaje saltó a semejanza de una rebanada de la tostadora: “Quedan diez minutos para el encuentro”.

 

Por pura curiosidad fue por el abrigo (desobedeciendo la orden de no llevar ropa) y, calzándose las zapatillas, se dispuso a no faltar a tan extraña cita. 

La noche reinaba fuera, negándose a abdicar hasta apurar la penúltima copa de sombras. No se veía nada más allá de la escarchada barandilla. Dos segundos antes de la hora indicada oyó acercarse un zumbido ¡ay que va a ser verdad! 

Una brisa cálida, intercalada entre el aire frío, hizo que sus cabellos ondearan a la moda de Medusa. Hasta dos palmos ante sus narices no vio al cíclope volador de mirada rojiza. 

Blandiendo la escoba medio calva de barrer nieve le procuró dos certeros mandobles que lo pusieron bocabajo.

El dron, para chasco del cósmico voyeur, se alejó chorreando cables.

D. W



GATOS, PIEDRAS Y OUZO

  GATOS, PIEDRAS Y OUZO   El avión sobrevolaba en círculos la ciudad como si fuera un mosquito pensando en cómo atacar un plato de fruta m...