lunes, 4 de octubre de 2021

NOCTURNO

 NOCTURNO 

Indefectiblemente a las cuatro en punto de la mañana abre los ojos sin estar despierta, pero incapaz de mantenerse asida al hilo que la une al sueño.

La habitación a oscuras, la noche vislumbrada por la ventana y el fresco de la madrugada invitan a seguir entre las sábanas, alegrándose de no ser uno de los que tosen de camino a la fábrica ni inquilina de la ambulancia que corre con sirena deslenguada al hospital.

A esa hora su amiga María, alentada por el combustible del amor, se levanta para llevar alimento y cariño a un sinfín de gatos sintecho. Le desea en la distancia un buen día y que le toque el Gordo para que funde un gran Refugio de felinos.

 

Convencida de que no puede volver a dormirse acomoda la espalda en el cuadrante bordado de flores, enciende la luz de la mesita y pone al día sus correos.

Si mira de reojo puede verse reflejada en el espejo de la coqueta, un rostro pálido al que vuelve fantasmal la iluminada pantalla.

Empieza un día que no verá quien murió ayer; llantos lejanos le hicieron asomarse al balcón justo cuando pasaba el largo coche enlutado. Dicen que los perros aúllan a la muerte, pero no oyó a ninguno. La Parca esta vez anduvo sigilosa.

Después, en la panadería, le darán norte del finado, no en vano la dueña heredó de su madre, muchos años ha y aparte del negocio, el mote de “la emisora”.

Habrá que cumplir, ir un ratito al cementerio, a la misa al menos. El autobús no cae lejos de casa y deja en las mismas puertas del Camposanto.

 

Se levanta y saca del congelador un taper de caldo, hoy no le apetece guisar y además llegará con mal cuerpo del entierro.

Cubre sus hombros con una rebeca y sale a por su albardilla. 

Encuentra echada la persiana de la tahona, un gran párpado cerrado sobre el que un papel de orillas negras pregona en silencio la ausencia.

Así se entera del verdadero nombre de la panadera.

Ya no habrá pan ni noticias calientes cada mañana a las siete.

D. W



 

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