martes, 28 de septiembre de 2021

MAIL IMPOSIBLE

 MAIL IMPOSIBLE 

PARA:  VECINOS INCÍVICOS.   

ASUNTO: DESAHOGO

Desestimados vecinos:

No entiendo el arrastradero de mesas, sillas y hasta bombonas cada vez que hacéis barbacoa. De nada les sirve a tus niñatos tanto gimnasio si no tienen fuelle para levantar del suelo ni su mala sombra.

A mí, de pequeña, me inculcaron que “el undécimo es no molestar”. Claro que yo pertenezco a otro siglo. Tú también, pero no contemplas tus tres mil años de ruinosa fachada.

Conozco los pormenores de tu divorcio, las veces que has ligado desde entonces y las formas nuevas de follar que has aprendido. Que más de mil tíos al día daban corazones a tus fotos del Tinder. Lo sé porque se lo contaste al ahora afortunado inquilino de tu higo a voz en grito en el patio. A las 3:30 de la madrugada.

A mí, que jamás seguí un culebrón, me instalaste el plató al lado.

Como persona anticuada que trabaja me acuesto temprano. Y digo me acuesto por ser tarea imposible dormir con el reguetón a tope de decibelios. Tus niños queridos, que no fueron al colegio por estar siempre enfermitos, sanaron milagrosamente al pasárseles la edad escolar y van dando por saco con las motos, calle arriba, calle abajo.

¿Por cierto, de dónde salen tres coches y dos Yamahas si estáis todos en el paro obrero? Lástima que no pueda mandaros este mail, porque aprendería mucho con vuestros consejos.

No me vendrá de largo ver cualquier día esposados a tus engendros. Es lo que acarrea que tengan como pasatiempo dar palizas al que no es de vuestro agrado.

Jamás os llegará este mail porque correríais a la policía a denunciarme por calumnias. Al fin y al cabo, entre vecinos es mejor arreglar las cosas hablando ¿no? En el caso, Mamá Cochambre, que supieras vocalizar y no solo abrir la boca para hacer mamadas y dar voces.

En suma, os diría que sois escoria y que el mundo estaría mejor si os murierais.

Es maravillosa esta terapia de escribir verdades y no mandarlas.

Mucho mejor que hacer muñecos vudú, que siempre acabo pinchándome.

Que os folle un pez, hdlgp.

D. W

*”El Observador” 24 de septiembre de 2021

 



 

 

 

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

POR LOS PELOS (Felisa y Andrés 7)

 POR LOS PELOS      (Felisa y Andrés 7)

Borja, Borjita que así le llama Felisa aún cuando ya tiene treinta y cinco años, es velludo como Chewbacca solo que en moreno al contrario que sus demás sobrinos que son rubiancos y finos. Gracias a que es un creído se lo toma como signo de virilidad.

   —Vamos a ver, Borja, que tener más o menos pelo no es relevante para eso -le intenta bajar los humos su tita.

  —Donde hay pelo, hay potencia -presume.

Felisa calla y recuerda una conversación mantenida con su cuñada siete meses justos antes de que él naciera.

 

“¡Ay, Feli, que vuelvo a estar embarazada! ¡El Ogino falla más que un reloj de plástico y ya tenemos tres! Sé que al casarme me comprometí a traer al mundo los hijos que mandara Dios, pero entonces ni había parido antes ni sabía de su rapidez despachando envíos”

Felisa, que no había podido concebir y que era madrina de todos los otros, la escuchaba sin entenderla del todo.

“Mira, Feli, que no quiero parir más, que tu hermano y yo… pues, hija, que estamos en bache perpetuo y no es plan salir con otro bombo. Yo…yo…yo me lo voy a sacar”.

Felisa recuerda que la miró horrizada. “¿Que has hecho, loca?”

“A Londres no puedo ir sin tu hermano, ¡ya lo conoces, es un Otelo! Tampoco voy a ponerme en manos de un carnicero que he traído un trío al mundo y me debo a ellos. Con Don Faustino, nuestro ginecólogo, no puedo contar que es del Opus. Así que he sabido, por mí chacha, de una mujer que prepara bebedizos y me los estoy tomando. Según ella, cuando cambie la luna tendré un aborto “natural” sin más problemas”.

Felisa no salía de su asombro: “pero eso es pecado, nena”. 

“Cuando los curas paran, que opinen sobre si es pecado o no” -le contestó resuelta la cuñada. “Te lo cuento para desahogarme. Ya está hecho”.

 

Y sucedió que no sucedió nada. El embrión se agarró con ganas. Al nacer parecía un peluche, aunque la matrona le quitó importancia: “eso es el lanugo, se caerá en la cuarentena”. Algo despelechó, si, pero con nueve años ya tuvo que afeitarse el mostacho, que le salía duro y negro como alambre. Tanto su madre como ella creen que tomar tanto lingotazo de cenizas de Celtas Largos maceradas en coñac peleón durante tres noches sin luna provocaron ese efecto. 

Otro embarazo tuvo su cuñada tras Borjita y en ese se resignó. Llegó una niña blanca y lampiña con la que todos, por ser la única hembrita, estaban encantados.

Felisa, el día del bautizo, le entregó en un aparte a su cuñada unos polvos diciéndole: “se lo pones a mí hermano en el café todas las mañanas”.

Y no volvió a preñarse porque el Otelo se aflojó. Resultó que Felisa, tan modosita, sabía hacer trampas mejor que nadie.

D. W



 

 

 

 

 

PERRA VIDA

 PERRA VIDA

Quienes tenemos la suerte de compartir la vida con perros solemos encontrarnos durante sus paseos con otros humanos que sacan a los suyos. No he visto aún a ningún animal dejar de jugar con otro por no ser de raza. Ellos no son racistas ni clasistas.

En cambio, sus amos sí. Ayer, mientras yo jugaba con una perrita blanca y los míos correteaban alrededor, llegó un señor con su hermoso ejemplar de raza purísima, pedigrí exquisito, sin castrar pues espera que cumpla los dos años para casarlo con una perra de iguales prendas y que siga la estirpe.

*La hembra será inmovilizada para que el macho la insemine, todo esto rodeado de sus propietarios que hacen chistes como “anda tonta que te va a gustar”. Después la elevarán las patas traseras para que “la leche” no se le salga. Por cada cachorro sacará un mínimo de 800 € y la desgraciada perra se pasará preñada y pariendo hasta el último de sus días. 

Decía él, muy enfadado que los ANIMA-LISTOS están empeñados en acabar con las razas, queriendo imponer la castración obligatoria de mascotas (se ve que ha oído campanas pero no se ha leído La Nueva Ley de Bienestar Animal) que nadie lo iba a obligar a esterilizar al suyo, que buenos dineros le había costado. La mariconada de “adopta no compres” le pone de los nervios. “¡Que se castren los chuchos!”

La rabia me pudo: “Yo soy Animalista y afiliada de Pacma”. Mi declaración arreció su discurso fascista, pues sí lo es con los perros seguro que también con las personas. 

Con sus: “perdona, pero” y “no, mire usted” no me dejaba hablar; debía aprovechar sus pausas de respiración para refutarlo.

   —¿Quien me asegura que mi perro, que me costó 2.500 €, no se va a morir al castrarlo?” -vociferó.

   —Pues no tenéis ese miedo cuando los sometéis a cirugías estéticas innecesarias -contesté.

   —Los criadores son gente seria, Yo quiero perros de raza, no mierdas -explotó mirando con desprecio a mis medios podencos- y en ninguna protectora hay los perros que a mí me gustan.

    —Claro, porque esos valen pasta y la cría es un negocio.Y sí que entran, los que salen defectuosos y el comprador no los quiere” -le replico.

A estas alturas tiene la cara roja, espuma en la comisura de la boca y se acerca demasiado, salpicándome de saliva. 

Yo aprovecho que mis perros acaban de cagar, recojo sus regalitos y me despido casi a la francesa. Allí se queda dándole la turra a otra que es más diplomática que yo y con tiempo que perder.

En el camino nos topamos con un cazador y su lebrel. Le gusta pegar la hebra con nosotros, pero intentamos esquivarlo. Me da asco pensar que descerraja animales con su escopeta. Además, en verano va desnudo de cintura para arriba y eso me repele en un hombre por muy bien formado que esté que no es el caso. Cuando me habla le contesto mirando a su perra, no a sus ojos.

Llegamos a casa y les pongo la cena a mis “chuchos bastardos”. Me lamen las manos y luego se echan a mis pies.

No hay ser más leal que un perro, cualquier perro.

Ni más gilipollas que un humano, casi cualquier humano.

D. W



 

sábado, 25 de septiembre de 2021

VACACIONES

  

VACACIONES 

Ayer pedí a Paco que bajara la sombrilla del altillo, en el pantano casi no hay árboles. Esta mañana me deslicé de la cama muy temprano, con cautela para no despertarlo. 

Dispongo la comida en la tartera heredada de mi madre. Es de aluminio, con cinco platos que encajan en la tapadera, cada uno de un color.

Acomodo la tortilla de sol con cebolla y preparo los bocadillos de fiambre. Los unjo con aceite para que estén jugosos, así evito disgustar a Paco y que me dé la tarde. Incluyo la sandía, pequeña y prieta, como hecha por encargo para dos.

No recordaba la carretera tan dócil. Deben haberla arreglado para acceder a la Presa que ahora inunda las ruinas del pueblo viejo bombardeado en la Guerra, lugar prohibido para los niños, aunque nos escapábamos para jugar y después, ya crecidos, para amarnos bajo los cobertizos apuntalados. La mitad del pueblo nuevo fue concebida aquí.

Hace calor, el contraste con el interior acondicionado del coche nos abofetea. Cantan las chicharras enloquecidas; la verdad es que el ruido lo hacen frotando las patas, como cirujanos escrupulosos antes de una intervención.

Lo primero es enterrar la sandía, a Paco le gusta hacer las cosas a la antigua. Voy yo mientras él afianza la sombrilla. 

Cuento los pasos avanzando en línea recta. “¿Aquí? -pregunto- ¡Nooo, más allá!”. “Aquí?”, “No... mira vale, ahí mismo, que tenía que haberlo hecho yo”.

Escarbo y la tapo con tierra. El agua me cubre los tobillos. Son ciento veinte pasos desde nuestro asentamiento.

Estamos solos. Es la ventaja de no salir fuera de vacaciones; los demás van a la costa “¡con lo a gusto que se está aquí y sin gastar!” opina Paco. Yo asiento y me hago la ilusión de que, a contraluz, la inútil espadaña emergida es un velero.

   —Nena, prepara el piscolabis que voy a darme un chapuzón.

Le veo alejarse de espaldas, está engordando y poco se parece al joven que me enamoró. Recuerdo que sus prontos me parecían muy masculinos. Ya apuntaba a marido déspota, pero tengo suerte: no tiene vicios, no me engaña, no me pega. A su manera me quiere. Si es brusco conmigo es porque le enervan mis torpezas.

Viene goteando y lo recibo con la toalla. “A ver que suavizante compras que rasca”. Sobre la mesa están dispuestas la tortilla en triángulos y la ensalada reventando color. Las cervezas esperan entre hielos, peces esquimales a punto de ser pescados.

   —¿y la sandía?

  — Aún no estará fresca.

  — Sabes que detesto esperar el postre.

  — Voy.

  — Deja, que tú eres muy lenta.

Cuenta los ciento veinte pasos, Voy a decirle que mis zancadas son más cortas, que para él serán menos cuando un estallido me deja sorda, lapidándome igual que a la adúltera bíblica.

Intuyo que la bomba dormitaba allí desde la Guerra, pequeña y prieta, como una sandía hecha a medida para uno.

D. W

*”El Observador” 24 de septiembre de 2021



 

 

 

 

 

martes, 21 de septiembre de 2021

OTOÑO EN LLAMAS (Felisa y Andrés 6)

 OTOÑO EN LLAMAS (Felisa y Andrés 6)

Felisa trastea en el armario haciendo cambio de estación. Saca la gustosa manta de entretiempo y la extiende en los pies de la cama; adelanta en las barras un par de blazers azul marino y tostado y para Andrés, el rebecón de lana al que tiene tanto apego. Apunta que debe llevar a la sastra el Chanel, que este año los gurús de la moda han decidido que sea tendencia, para que le saque de los costados. Es lo bueno de la ropa cara, que admite arreglos sin despeinarse.

Andrés mira por televisión como la lava destruye con mansedumbre hipócrita. El monstruo que habita el volcán exige su diezmo. La mayoría de las viviendas soportan hipotecas así que se dará la paradoja de que los perjudicados deban seguir pagando un hogar inexistente. El presidente del Gobierno está en Palma; con la camisa remangada promete a las víctimas un arreglo con los bancos. Andrés apaga la tele sin creérselo y también porque la siguiente imagen viene de una granja que no ha sido evacuada y las cámaras captan los chillidos de las cabras mientras se convierten en pavesas a mil doscientos grados.

   —¡Que animalada! -grita- ¡esas criaturas sienten!

   —Es una “humanada”-corrige Felisa enfadada porque, como él, es animalera -me ha dicho mi hermano que sale más a cuenta que se quemen y cobrar el seguro, que de todas maneras iban a darle el pasaporte.

   —Una cosa es ser criadas para carne y otra muy distinta dejar que se achicharren. Con el aprisco abierto al menos hubieran tenido alguna posibilidad.

    —Dice Borjita que las ovejas y cabras son tontas y no sabrían dónde ir.

Borjita es el sobrino, el cuarto de los cinco hijos de su cuñado. Imagen viva de su padre, aunque por suerte los otros les han salido mejor.

Andrés tiene el pelo rojizo, ya apaciguado por las canas, de ahí que su alias fuera “el Antiprete Rosso”. Eso y el nombre le vienen de antepasados escoceses. Se acuerda de la verde Highland donde las ovejas blackface pacen felices. Le encabrona que paguen a los Judas treinta monedas por cadáver carbonizado y a los fortuitos sintecho, con suerte, les den moratoria de dos años y divinas palabras.

Su respeto por la vida lo ha llevado a denunciar a unos vecinos que dejaron agonizar a su perro durante cuatro días, sin conseguir que la policía los obligara a llevarlo al veterinario. Esos miserables lo re-denunciaron por calumnias y ahí lleva el caso enquistado meses, a la espera del juicio que se intuye lejano y brumoso.

El otoño se presenta volcánico por todos sus flancos. 

Viendo la debacle mundial se alegra de no haber tenido hijos. Por contra el diablo (más bien el cumplimiento tenaz de los deberes matrimoniales por parte de sus cuñados) le han dado sobrinos.

Abre “Un día en la vida de Ivan Denísovich”. La dureza de su contenido, expresada como si Solzhenitsyn bebiera vodka, le consuela.

Siempre le quedarán los rusos.

D. W



 

lunes, 20 de septiembre de 2021

PAPAFRITA

  PAPAFRITA

Termina de pagar en la mercería y al volverse topa con un hombre bajito con pinta de Adán que le corta el paso contándole, compungido, una triste historia.

   —Vera usté, señora, me da vergüenza pedí, pero es que mi mujé... se ha puesto con... lo del mes y no tenemos pá comprar paños. Está la pobre llorando con una toalla entre las piernas, sin poder salir... si usted me pudiera ayudar...

Las empleadas del establecimiento se hacen las lipendis “aquí no vendemos de eso” y siguen a lo suyo.

Él sigue plañendo.

   —Si quiere vamos aquí mismo, al chino, para que vea que no la engaño.

Ella asiente. La caridad enseñada desde niña se antepone a la desconfianza.

Entran en la cueva de Aladino.

   —Dale lo que se lleva mi mujer tó los meses -ordena ufano al empleado. Este hurga en la estantería y pone sobre el mostrador un paquete color rosa. 

El pedigüeño lo toma con avidez, deshaciéndose en elogios, “Dios se lo pague, generosa” seguido de una retahíla que suena a jaculatoria manida. 

La mujer recoge las vueltas quitándose importancia, “nada hombre, entre mujeres debemos ayudarnos” cuando nota una garra húmeda que le aprieta el brazo.

   —Mira, señora -dice tuteándola- ya puestos harme el favó completo, déjame la calderilla pá una cervecita. 

De la súplica el tono pasa al mandato confirmándole que el sinvergüenza la ha timado.

El chino queda expectante pero la tonta agarra las monedas y se encara con el listo, que ya tenía el paquete de compresas bajo el sobaco.

   —Eso sí que no -la voz le tiembla de ira y de miedo, pero compacta el monedero con la mano y enfila hacia la calle lo más erguida que puede, con la certeza de que los apósitos para la mujer inventada serán cambiados por una rubia del tiempo.

 

Ya en casa llora su inocencia.

   —¡Soy una papafrita! -se desahoga con el marido.

   —Por eso me gustas tanto -ríe él.

A la tubércula inconsolable le brotan suspiros.

D. W




 

viernes, 17 de septiembre de 2021

¡CRAC!

 ¡CRAC!

Al principio tenían tanto que contarse que las palabras rezumaban por los dedos.

Después, superado el planteamiento de la relación, entraron en el nudo creyéndose afianzados como pareja a pesar de que los diálogos y los besos empezaban a desteñir.

 

La primera vez que se oyeron los estallidos fue tras una discusión. El Hablador vio como el Callado anudaba los dedos de sus manos sarmentosas haciéndolos crujir. Después, tomaba uno a uno cada apéndice y tiraba de él hasta que, por el ruido, parecía desencajarlo. Terminaba poniéndose de pie, elevando los brazos sobre la cabeza, estirándolos como si quisiera tocar el techo y exhalando un suspiro.

Con esos gestos indicaba conclusa cualquier conversación. 

Hablador aprendió pronto a llenar los silencios que crecían como una mancha de vino sobre un mantel blanco. Las palabras eran huecas disertaciones sobre la subida del pan o el programa basura con el que, por aburrimiento, comulgaban cada noche. 

Callado, cuando se cansaba de tanto vocablo, iniciaba el ritual de chascarse los huesos.

Ya no solo ocurría en la intimidad del pequeño apartamento, compartido por dos hombres que se habían unido en libertad, aunque ahora pareciesen señor y lacayo. En cualquier sitio tronaba la osamenta de Callado, adaptando la costumbre a la naturaleza del lugar. En público se tiraba de los dedos cuando algo le hastiaba. Hablador lo observaba de reojo. Empezaba como queriéndose poner y quitar un anillo imaginario de cada extremidad. Veintiocho articulaciones, tres por dedo y dos de cada pulgar, crepitando como ramas secas en el fuego.

Callado inquirió a su hombre el por qué de esa costumbre un día que este se encontraba de buen humor. Se le agrisó la cara. “Para no olvidar que dentro de mí guardo un esqueleto”. Entonces supo que su historia entraba en el desenlace.

Las noches se volvieron temibles, llenas de sombras que ninguna lámpara con bombilla de luz cálida era capaz de barrer.

Una madrugada, Hablador buscó a Callado y se amaron. Invadido por la ternura derramó un “te quiero” en su oído.

   —Demuéstramelo -retó su amante.

   — ¿No lo hago cuidándote cada día?

   —Quiero oír tus huesos, comprobar que tienes armazón bajo ese cuerpo que cada vez está más flácido.

Hablador tardó en comprender la frase. El llanto le vino a los ojos por la inesperada ofensa. Aún tuvo el valor de restañarlo y vestirse. “Estás loco, desgraciado”.

Tomó la maleta vintage que le servía de mesita de noche y la llenó con sus lágrimas.

Callado lo miraba y en un momento en el que se cruzaron los ojos, dirigió sus palmas enlazadas hacia él, restallándolas.

Hablador no lo percibió, abatido por el crujido interno del desengaño.

D. W

*”El Observador” 17 de septiembre 2021



 

 

 

 

 

martes, 14 de septiembre de 2021

A VECES

 A VECES 

 

Hay días (noches) en las que quiero morirme.

No me cabe el zapato

o me atraganto con el trozo de manzana.

El sueño me esquiva, igual que el hilo a la aguja 

en manos inexpertas.

Entonces miro a mi gato:

Un rabo 

       dos ojos 

               tres manchas 

                           cuatro patas.

Y se me abre el apetito 

por un mundo donde un ser tan perfecto 

existe.

D. W




domingo, 12 de septiembre de 2021

COSAS DE CRÍOS

 COSAS DE CRÍOS 

   —Soy una niña-afortunaaa-da

porque mis padres son muy buuuue-nos…

    —Y muy simpáticos tam- bie-en. -Su hermano completa la cantiña inventada. Botan sendos balones acompasando cada empuje de la mano con la letra. Al chico le da igual que “niña” no sea el genérico del español.

Su madre sonríe. Están en la terraza porque dentro no se soporta el calor. Con dedal y aguja esculpe una montaña de ropa cara para amoldarla a sus dueños. Va apurada y se pincha. Envuelve el dedo en un retal. Si estropea la prenda no habrá más encargos.

Cada mañana la sorprende el sol preparando el almuerzo; el marido lo toma en el trabajo, no llegará hasta tarde y aprovechará la luz que regala el solsticio para ir cambiando las ventanas, tiritañas ante el viento, por unas de aluminio que ha conseguido baratas. No son a medida, los dinteles necesitan ajustes, pero harán más amable los inviernos.

Los chiquillos desgranan los meses de verano en la balconada, entretenidos el uno con la otra formando un clan de los cinco con tres perrillos. Hace algunos veranos fueron de vacaciones a Rumanía; los abuelos maternos les regalaron el viaje y pudieron conocerse. Los fines de semana, a veces, van a la playa o al pueblo de los otros abuelos, los del papá. Vuelven cargados de fruta y dulces de sartén.

“Soy una niña-afortunaa-da…” -siguen cantando las voces, blancas aún.

D. W

*La pobreza en España afecta al 28% de los menores en España.

Fuente: Save the Children.

 



domingo, 5 de septiembre de 2021

ANIVERSARIO

 ANIVERSARIO         (Felisa y Andrés 5)

No lo hubiese admitido ni despellejándolo, pero siempre le atrajeron las mujeres de derechas. Ese andar endiosado de las pijas, la ropa cara y sobre todo el olor a buen perfume le ponían mucho. Y no es que no encontrase atractivas a las muchachas de barrio, a sus camaradas de universidad e ideología, pero hay cosas inexplicables en las que no podemos mandar.

Ella, niña rica que estudió puericultura por hacer algo y que tenía rentas para vivir tres vidas, se fijó en él cuando arribó a la guardería donde hacía prácticas formando parte de un piquete informativo. Así se enteró que sus compañeras ganaban al mes treinta mil pesetas, cantidad que ella gastaba en un bolso y le pareció que los rojos no protestaban sin motivo como decían su padre y su hermano. A estos los oía quejarse de la barbaridad que pagaban de cargas sociales. “El obrero debe estar agradecido de que le demos trabajo“-decían. Y ahora el comunista este, más guapo aún que Julio Anguita, proclamaba: “el patrón sin mano de obra no es nadie”.

Andrés no le quitó ojo durante todo el rato. A pesar de llevar puesta la horrorosa bata preceptiva había algo que la distinguía de las demás, incluso los críos se pegaban más a ella que a las titulares. Así que en un aparte le espetó: “si quieres, cuando salgas, te invito a unas cañas y seguimos charlando sobre igualdad social; tengo la Vespino aquí al lado”.

Ella calló que su Mini bicolor la esperaba aparcado en la puerta. “Vale, pero nada de moto. Vamos a cualquier sitio de por aquí -y añadió haciendo un mohín- ¡que no te conozco!”

 

Él, con el título de arquitecto recién estrenado, soñaba con construir casas decentes a precios asumibles y aseguraba que Dios es un invento del ser humano, no al revés.

Felisa le confesó que rezaba porque creía en su existencia y Andrés bromeó “bueno, solo dudaré de tu cordura si me dices que te contesta”.

 

Cuarenta años después siguen juntos a pesar de los educados encontronazos con el cuñado en cada reunión familiar. Ella sigue comprando el “¡Hola!” y yendo a ejercicios espirituales. Él asiste a congreso, ha conseguido firmar promociones de viviendas dignas y lee tochos de filósofos barbudos de nombres impronunciables.

El equilibrio pudiera estar en que las ideas, de tan opuestas, acabaron encontrándose como los cabos de un ovillo enredado.

 

   —Felisa, ¿te arrepientes de haberte casado conmigo?

Andrés hace la pregunta medio dormido, desbaratado tras otro sabroso día del viaje con el que celebran su aniversario.

   —Cuando te pones cabezota, si.

  — Ah, entonces casi nunca ¡buenas noches! -y se duerme enseguida.

Al rato él inicia su ronda sonámbula, pero hoy han echado la llave así que vuelve a la cama y se acurruca junto a ella, metiéndole la mano bajo el camisón.

Felisa se esponja y le aplaca con suavidad los pelos que van colonizando las orejas:

   —¡Ay, Andrés, sigues teniendo buena izquierda!

D. W



 

 

 

 

 

miércoles, 1 de septiembre de 2021

HISTORIA DE AMOR

 HISTORIA DE AMOR 

Te escogí al azar entre docenas de fotografías. Al encontramos rehuiste mis pupilas, arrastrabas las tuyas por el suelo queriendo ver donde pisabas, a donde te llevaban otra vez y con qué pensamientos.

Arribamos a tu hogar pese que aún no sabias que iba a serlo; me apenaban tu apatía, la tristeza que desbordaba tu cuerpo encogido.

Llegó la noche. Subiste conmigo al dormitorio y la mirada se te inundó con la luz de todas las galaxias existentes.

“¿Es para mí?” parecías decirme, incrédula de tu suerte: una cama propia donde acostarte por vez primera en tu perra vida. 

La felicidad debe ser el rayo que vi en tus ojos.

D. W

 


GATOS, PIEDRAS Y OUZO

  GATOS, PIEDRAS Y OUZO   El avión sobrevolaba en círculos la ciudad como si fuera un mosquito pensando en cómo atacar un plato de fruta m...