sábado, 17 de julio de 2021

EL DÍA V

 EL DÍA V

Era bien temprano cuando la echó de la cama la caló, aparte de que andaba rebolicá porque se iba a dar el primer chapuzón del verano.

“De virgen a virgen”, oséase, desde el dieciséis de julio festividad del Carmen hasta el quince de agosto día de la Asunción, las aguas estaban benditas. Se podía bañar una con toda la tranquilidad de que ni iba a ahogarse ni a pillar un pasmo en el bajo vientre por la frialdad del mar. 

El bañador blanco con ribetes rosas le tiraba, señal de que había crecido. Su madre dijo que después se alargarían por otro a la tienda de Mariquita pues esta dejaba llevarse las prendas fiás a las buenas pagadoras y costearlo según se negociara..

Daban las ocho justas cuando salían de la casa con la cesta de mimbre donde iban toallas y mudas. Allá que transponían, parque arriba y en ayunas, hacia Lavachocho nombre popular que los malagueños daban a ese trocito de playa pedregosa.

Se adentraban despacio, primero mojándose los tobillos, después los antebrazos y el cuello para a continuación meterse a donde ella no hacía pie. La mamá la tomaba por detrás del pescuezo, le tapaba nariz y boca con la otra mano y la echaba patrás dándole la zampullá prescrita por eminentes pediatras.

Esta maniobra repetida durante una quincena aseguraba un invierno sin tanta angina y con menos mocarreras.

Lo peor era el secado, la restregaba con el lienzo blanco hasta esollarla. Después le daba la cucharadita de vino dulce imprescindible para entrar en calor… cuando del cielo ya caían llamas.

Ese día tocaba desayunar en cá Tita Carmela por ser su santo. Las esperaba espumando el chocolate y con tejeringos recién compraos. Colgados aún del junquillo verde parecían ajorcas de ámbar brillantes de pringue.

Todos los años le regalaban lo mismo: una docena de huevos llevados con primor en un cartucho de papel de estraza. Al parecer esa costumbre se instauró en la posguerra, cuando la comida era el mejor presente que se podía hacer. La tita habría preferido un tarro de colonia de esos tan bonitos de Avon con forma de figulina para adornar la coqueta, pero no se atrevía a pedirlo fuera a pensar su cuñada que era una yeyé. Pá huevos ya tenía un recovero que se los guardaba frescos y gordos porque desde que ella enviudó le hacía ojitos.

El día avanzaba dando la impresión de que la Virgen, como dice el villancico, es panadera y se había dejado la puerta del horno abierta. El terrá se enseñoreaba por Málaga a la manera de un ejército invasor, amenazando con endiñarle el colorín menuíllo al mahara que saliera de su casa.

Moscatel, chocolate calentón y churros, junto al caló, siempre daban el mismo resultado. Pero como se decían las cuñadas, “el día es lo que pide y así, mira tú, de camino se nos purga”.

Eso era tener sentido práctico.

D. W

*Publicado en “El Observador” el 16 de julio de 2021



4 comentarios:

  1. Completamente real, tal cual me lo contaba mi madre y mis tías " de virgen a virgen" las aguas estaban benditas y el señor obispo se quedaba tan ancho.

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  2. D.W me encantan tus relatos . Recuerdos que me transportan a tiempos entrañables ya casi olvidados los traes de nuevo a mi memoria , haciendo que sonría , me emocione hasta derramar alguna lagrima e incluso suelte alguna carcajada. Es un placer leerte, enhorabuena y gracias por compartirlo.

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  3. Un relato muy bonito que transporta a tiempos pasados y muy reales: la infancia que muchos hemos vivido con más o menos medios, y muchos sin playa, pero con piscina o con río. Pura nostalgia por mi parte.

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  4. Totalmente de acuerdo con tu relato las que ya tenemos unos años recordamos por lo menos es mi caso lo de la zampulla tres veces seguidas y no bañarme hasta que la Virgen del Carmen no bendijera el mar me ha traido muy buenos recuerdos gracias

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