jueves, 20 de mayo de 2021

LILO

 LILO

Era como una oveja enana y greñuda que corría a jugar con mis hijos cada vez que oía llegar nuestro coche. Con dueño, pero sin amo vagaba de una parcela a otra buscando cariño. Era el capricho satisfecho y olvidado, el cachorro que al crecer deja de ser juguete.

Cuando anunciaron su abandono oficial tuvimos claro que se vendría con nosotros y así ha sido; uno más de la familia hasta su postrero aliento.

En agosto se volvió bebé viejo y hubimos de alimentarlo a cucharadas, bañándolo cada vez que se ensuciaba. Como cualquier humano senil fue perdiendo memoria hasta olvidar como beber, aunque nunca dejó de mover, agradecido, el rabito.

Esta mañana le di su desayuno preferido y agua para refrescar la boca. Lo llevamos a la clínica de Agustín, el veterinario vegano que no se come a sus pacientes. Antes de entrar estuvimos en una explanada donde la primavera ha hecho crecer flores, puede que él no se diera cuenta de que el sol lo acariciaba por última vez, lo sostuvimos al ser incapaz de hacerlo ya por sí mismo.

Después vino la sedación, siempre en nuestros brazos, y el sueño liberador le hizo abandonar la cáscara esquelética que lo aprisionaba. No me gusta decir que cruzó el arco iris ni creo que vuelva a verlo en otra vida, carezco de esa ingenuidad tan hermosa que llaman fe, pero sí estoy cierta de que su energía, que es pura como la de todo animal, se expande ya por el universo, transformándose en algo bueno.

Ojalá yo pueda irme como lo hacen mis compañeritos: sin dolor, con dignidad.

Descansa en paz, Lilo.

D. W

 


2 comentarios:

  1. Coco lleva 5 años enfermo de distintas cosas graves y yo otro tanto preparándome para la despedida.
    Él vive sus limitaciones y su senilidad con la naturalidad que viven ellos todo: tropezando debido a su único medio ojo, ladrándole a la luna o a la nada o quieto filosofando delante de una pared o del centrifugado de la lavadora.
    Yo tampoco tengo fe, pero realmente sería un cielo estupendo un lugar donde me reencontrara con todas mis mascotas

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  2. Lilo llevaba enfermo dos años, el último el peor. Igual que con los amores humanos los animales, por mucho que se espere su partida, duelen. Aunque sea ley de vida y cien mil los compañeritos que hayamos de decir adiós.

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