sábado, 15 de mayo de 2021

HORMIGAS

 HORMIGAS 

No sabe la de veces que se hizo la encontradiza hasta entablar conversación. En el ascensor, en la máquina de café. Adelantaba un hombro para dar al botón o tomar el vaso, en la postura que resaltaba sus pechos, intentando que sus feromonas anularan a la hueste que ansiaba ser apresada por esos brazos nervudos, de David florentino.

Una mañana la miró a ella, solo a ella, y quedaron en ir juntos por la tarde a la feria del libro.

También era aficionado a flirtear con letras.

Corrió a la peluquería, suplicando para entremeterse entre dos citas, y mientras el estilista podaba y coloreaba pensaba que “no tenía nada digno de él que ponerse”.

Oliendo aún a laca buceó en la boutique más cara del centro, emergiendo con dos bolsas y un socavón en la tarjeta.

Se saludaron con dos besos que la dejaron deslumbrada, como una presa por los focos de un cazador. Él, sin embargo, ni se fijó en su nueva apariencia.

Entre libros y junto a tal ejemplar se sentía en la gloria, no había autor ni novela que no comentara, haciéndola enmudecer. De admiración y porque no la dejaba meter baza; a él le gustaba escucharse. 

Tras huronear la última caseta decidieron sentarse en un merendero, bajo una araucaria. Sobre el albero pajizo destacaba una columna de hormigas, avanzando en su éxodo de sisifos. La mujer comentó que parecían renglones caídos de un libro.

El David, en un gesto desconcertante, las pisoteó con saña, mancillándose los mocasines con polvo y cadáveres, terminando la metáfora con la frase: “ahí llevan el punto final”.

Ella percibió los gritos insectiles entre los crujidos de la arena y se le enfriaron los huesos: “¿Por qué lo has hecho?”

“¡Porque son feas!” respondió a carcajadas, abriendo la boca, exhibiendo los dientes blanco nupcial que casi disculpan cierta halitosis.

Comprobó así que su ídolo estaba podrido por dentro.

D. W

* Publicado en “El Observador” el 14 de mayo de 2021




 

 



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