MÁS O MENOS
No hay nada eterno. La lamparita que me alumbraba las noches insomnes o las madrugadas fértiles se ha muerto.
El entierro se celebró en un punto limpio, como es de rigor; la lloré un poquito y de vuelta me paré a comprar otra.
Estoy encantada con la nueva, es de las que tienen modulador de intensidad. Juego haciéndola brillar más que un faro o atenuándola hasta que parece una cerilla. Nunca había tenido una así, me parecían cursis y burguesas.
Y ha resultado ser una revelación.
Deja ver o no según qué cosas. Más humana, imposible.
D. W
*Publicado en “El Observador” el 12 de febrero de 2020
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