viernes, 26 de febrero de 2021

Noctiluca, luna y sal

 NOCTILUCA, LUNA Y SAL 

Ella no podía saber que, mucho después de ese instante, Avieno, el poeta romano, escribiría estos versos:

Allí, frente a la ciudad de Malaca, que en siglos pasados se llamó Menace, hay una isla de dominio de los tartessos, consagrada desde antiguo a la diosa Noctiluca, junto a una laguna y un puerto seguro”.

Ese instante de hace treinta siglos es ahora, y ella tiene 12 años.

La despiertan el sol inflado de estío y el comadreo de las golondrinas. Aunque aún no es tiempo de uvas Nodriza le lleva al lecho un racimo; lo espulga desganada, comiéndose las maduras y dejando las verdes.

Retira los fieltros que cubren su ventana y el olor del mar entra en la alcoba. Ella se siente criatura marina pues fue alumbrada a sus orillas, en un parto fatal, una noche preñada de olas y luciérnagas acuáticas, acólitas de Malac. Con esta agua salada y bendecida la lavó Nodriza. La parturienta no aguantó el largo viaje hacia la colonia que auguraba prosperidad.

 

Espera ansiosa manchar como mujer para consagrarse a la deidad. Sueña que un marinero de pelo claro, con quien bastarán gestos para entenderse, le descubra el placer. Él dejará un tributo a Noctiluca, agradecido por su ventura y como petición de un viaje de vuelta a salvo de caprichosos dioses. Y ella será coronada de rosas, acogiéndose a los mandatos del templo hasta que, tal vez, decida casarse.

Nodriza gruñe: “ya nos protege Kothar, dios de los artesanos, no es menester servir a otros”. Con una esponja empapada en leche la unge. Hay que empezar pronto a cuidar la belleza, que en la mujer es efímera. Al terminar la peina, recogiendo su pelo ensortijado con una cinta, de forma modesta, la que corresponde a una impúber. Una pieza de fresco lino sujeta al hombro basta para cubrirla, quedando tan encantadora que el bronce pulido la requiebra.

 —Mi extranjero me contará de los lugares que ha pisado, de la nieve quizá... tú cómo vienes de tierras frías... pero yo solo conozco el calor, la gustosidad de las aguas para aplacarlo, la laxitud del mediodía. Además, el negocio de mi padre es hediondo. 

 —El dinero no huele, Ama. No será óbice para que un buen partido te desprecie.

La chiquilla arruga la nariz. Malaca es conocida por sus tinturas púrpuras indelebles, los poderosos pagan grandes sumas por lucirlas. 

Parece inconcebible, pero el divino color proviene de las vísceras de caracoles marinos carnívoros, capturados con cebo de carroña y mantenidos vivos en grandes tinas de agua de mar hasta colmarlas. Se machacan y se dejan al sol, manteniendo la pulpa caliente durante diez días hasta que sueltan la preciada bilis que produce el tinte. 

Gracias a que las factorías se sitúan a las afueras de la ciudad, a las casas señoriales no llega el pútrido aliento.

 

Nodriza mira a su Ama. No hace tanto que la tenía colgada de sus pechos a los que Tanit, aún quitándole el hijo para su culto, había llenado de leche.

Recuerda que le pedía cada noche, con los ojos como cabujones de ónix, que le contara la historia del perro tintorero de Melqart.

“El Dios paseaba por la playa con su galgo, junto a la nereida Tiro. Queriendo agradarla, ordenó al can que le trajera un presente. Volvió este de vacío, pero con el hocico manchado de violeta. Melqart se dio cuenta de que había estado mordiendo un caracol y que sus jugos, junto a la saliva al secarse, se habían convertido en color púrpura. Tiro, entusiasmada, le juró que, si era capaz de regalarle un vestido de ese tono, se le entregaría en matrimonio. Él, que la quería en su lecho, concibió la manera de hacerlo. Por eso -le contaba Nodriza a la niña- se le llama púrpura de Tiro a ese color, pero los que salen de la fábrica de tu padre nada tienen que envidiarle, son de Malaca, la Reina. Y tú los heredarás”.

 

Un suspiro la devuelve al presente:

 —¡Envidio a las bailarinas de Gades!

 —Esas van de puerto en puerto, y cuando envejecen para su arte, acaban prostituyéndose por pescado seco.

 —Pero ven mundo, Nodriza.

 — Si, en la entrepierna de quién les pague.

La muchacha se nubla. Con melancolía, pronuncia palabras más propias de la madurez que de su edad.

 —Me he criado honrando la memoria de mi madre; con su nombre, que no con el mío, me presentaré en el templo. Jamás he comido carne, ni bebido vino, ni visto la faz de un difunto. Quiero vivir honrando a la diosa que confabuló para que no pereciera, poniéndote en mi camino. Y lo haré de la forma en que ella lo exige.

Nodriza inclina la cabeza, pero rezonga:

 — Ama, callo, pero después de advertirte.

 

Hoy, la doncella llevará a la Cueva de la isla, una ofrenda. Dos palomas con las patitas perfumadas de ámbar, alimentadas con granos de cebada y sin una pluma que no sea blanca. 

Atardece. La gente abandona las casas, donde se han protegido del viento seco que a veces se ríe de ellos, a despecho del sinuoso trazado que pretende burlarlo. Se exhiben en los balcones las cortesanas, abanicándose para esparcir sus aromas.  

Nodriza abre paso a su ama entre el bullicio, protegiendo su decoro.

 

A Noctiluca, la cubre un manto prodigioso. Es de un tejido extraordinario que no pesa ni se arruga y refulge sin sol. Su padre hizo muchas pruebas hasta poder teñirlo. Lo trajeron, por petición del Consejo de Ancianos, arrojados comerciantes, que llegan hasta donde termina el mundo. Dicen que se saca de las hojas de un árbol que canta y vive dos siglos.

Se arrodilla ante la milagrosa imagen, iluminada por lamparillas de aceite. Ella ha velado, desde épocas oscuras, por las mujeres, sosteniéndolas en cada avatar femenino. Tiene muchos nombres, cada pueblo cercano al “Mar entre tierras” como lo llaman los griegos, la invoca con su deje. Es lunar, cambiante en el cielo, pero sólida roca en la tierra.

Las mujeres casadas van a suplicarle que sus entrañas germinen. A veces, nacen criaturas con rasgos exóticos, pero ningún marido repudia lo que ocurre sobre las faldas de la diosa, no solo hay vientres secos. Esos niños son “frutos de Tanit”, Malaca no desprecia ninguna sangre, ningún acento. Es ciudad abierta, de mercaderes. La palabra y los modales antes que la guerra.

Así florece un pueblo.

 

Arde el mar con el fuego de Noctiluca, como la noche en que ella nació. Pronto llegará el día, y la diosa bajará a sus fondos sostenida por los fieles, para fecundarlo y tener pesca abundante todo el año. 

Llama a Nodriza y ambas vuelven, disfrutando la frescura de la noche, a la villa, dejando atrás tenues huellas que la brisa va borrando.

D. W

*A Sonnica, a Salambó, a Yerma; para Antonio Fernández que me descubrió esta parte de nuestra historia. Y a Juani Buenosaires que me picó para escribirla.

  *Publicado por “El Observador” el 26 de febrero de 2021

 



sábado, 20 de febrero de 2021

CARNAVALITO

 CARNAVALITO 

Silencioso, sin la bulla. Con el gris de cuando Franco, que te abortó por libérrimo.

Blancanieves, Charlot, E. T. no salieron del arcón. Las máscaras invertidas enseñan el alma y tapan las bocas, ¡que contra-Dios Momo! 

¿Sabrás tú, Carnaval no concebido, lo que de esta larga Cuaresma nos quedará por expiar?

D. W

*Publicado por “El Observador” el 19 de febrero de 2020




viernes, 19 de febrero de 2021

MIÉRCOLEX

 MIÉRCOLEX

Llegas muy pronto, la primera. Quieres asegurarte el sitio bajo el atril. Te abrigas de la madrugada con el dintel oscuro que sobresale un tanto. Al rato llegan las otras, traen caras de sueño, el pelo tensado hacia atrás como si les tiraran de él. Podrían pasar por hermanas de un ubérrimo parto. O por réplicas de las monjas que las educan, con alivio de luto en el azul marino del uniforme. 

Os afean las tablas de la falda, anchas, ancladas a una cinturilla con mal corte, la camisa amarillenta, el jersey con coderas. Tú achicaste las costuras para amoldarlo al cuerpo. Y untaste vaselina perfumada en los labios y bajo las cejas. Entresacas con disimulo mechones de pelo, ensortijándolos con el dedo ensalivado, sombreando orejas y mejillas. Así te notas femenina. Quince años no es edad para obediencias ni tiempo de esconder lo que florece.

Llama la campana arrebatada; es la hora. Enfiláis hacia dentro de la capilla que, con vosotras y la luz destilada por las vidrieras, se va llenando. Esas ventanas te gustan. Altas, insobornables. Gracias a ellas todo se endulza, la sangre del Cristo no parece tan terrible.

Te sientas donde querías, el filo de la falda casi tapa tus zapatos. La subes un poco, has conseguido que te dejen llevar plataformas con la excusa del dolor de espalda. Las demás los llevan chatos, como de hombre.

 

Puntual, aparece por tu derecha. Ni las vestiduras talares ocultan su porte. Te brillan tanto los ojos que crees que van a descubrir tu secreto, mas no los cierras para poder mirarlo.

“Manos atrás” -ordenan- y temes que así, el corazón desprotegido, lata tan fuerte que reverbere en las paredes, en el sagrario, en las sayas de los santos .Te defienden tus senos, que se elevan más aún por la postura que pretendía domarte.

Con lentitud, la fila va mermando. Tres, dos, una niña delante de ti. Los ojos bajos, puede parecer que en señal de humildad, pero no. Es el miedo a dejar que él lea en ellos tu deseo.

“Polvo eres y en polvo te convertirás”. La frase, salida de su boca, no te asusta pero te conmueves cuando sus dedos rozan tu frente. Quedas inmóvil, la de atrás mira a los lados. Las monjas se erizan, levantando las alas negras con que ocultan el cabello. Él te mira, ligera la sonrisa, y te toca el brazo invitándote a seguir, manchando el azul con la suave ceniza, calando hasta tu piel desnuda, electrizándote. El rayo corretea hasta el hombro, trepa por el cuello, se apropia de tu boca y musitas: “te amo”. Entonces caes al suelo, el frío del mármol te atempera.

Despiertas. Él te mira desde arriba, el David de los libros de historia no es tan bello. 

“Nada, un mareo. Ese no querer comer... El Señor nos ve por dentro, ahí es donde debemos ser guapas”. Dice la madre Prefecta.

Te llevan al despacho de la Superiora, dónde hay un sofá que es inmenso cilicio, los muelles se te clavan en la espalda. La Madre Carmina te ha dejado un zumo sobre el velador. “Tómatelo entero”.

 

“Vengo a preguntar por la indispuesta”, su voz amada te levanta del asiento. “No se preocupe padre, ya está bien”. Así te quitan el protagonismo.

 —¡Espere!

 

Sales del despacho a su encuentro y te mira sin verte. “Queda con Dios hija” -dice- 

Las monjas acaparan su figura, humanizada por vaqueros y jersey, buscando su consejo sobre fruslerías mientras lo conducen, en volandas y arrobadas, a la puerta .

“Me haré monja” juras a ti misma. Bebes el zumo que está ácido, ceniciento.

El primer cáliz que apuras en tu vida.

D. W

*Publicado por “El Observador” el 19 de febrero de 2020


jueves, 18 de febrero de 2021

VESTIDITA DE AZUL

  VESTIDITA DE AZUL 

Mediados de febrero de 2021. Como cualquier día recojo la cocina después de comer. El telediario habla solo, yo le presto atención a ratos. La verdad, lo único que me interesa es saber cuando abrirán los cierres interprovinciales, para ver a mi hijo.

Cierro la puerta del lavavajillas y creo oír una vocecita diciendo “la culpa es de los judíos”. Pienso que es el anuncio de una nueva serie de Netflix, pero no. Me acerco a la pantalla y, aunque la dueña de la voz ya no está, el locutor explica que durante un homenaje a los caídos de la División Azul, una jovencita, “Refundadora de la Sección Femenina desde el nueve de este mes”, ha pronunciado esas bochornosas palabras.

Miro el almanaque; su cifra no es 1933.

Tecleo en Google “arenga fascista”, y me sale la foto de una muchacha monísima, de unos 19 años, ataviada con la camisa azul “que tú bordaste en rojo ayer”. En el himno, ese “tú” es una mujer, quien la lleva puesta es un hombre, por supuesto. Para el fascismo son ellos los guerreros; las féminas deben constituir su reposo, prepararles ricas comidas, hacer gimnasia para estar deseables y parir tantos hijos que formen un haz de flechas.

Isabel Medina Peralta, que así se llama esta nueva Pilar, quiere constituirse en ídem de la defensa de nuestra “raza”, que ya está bien de tanto arco iris, moritos, negros, y no digamos de judíos, que monopolizan toda la riqueza de Europa con sus malas artes. 

Eso dice Isa en su discurso. La voz le tiembla un poco por la inexperiencia como oradora, pero la envalentona que 300 personas la escuchen, con un respeto del que ella carece para con los que “no sean españoles, orgullosos de llevar en las venas la sangre de los más valientes soldados que jamás ha visto la historia”.

Cada tres frases  -se ve en los vídeos- se muerde las mejillas, adelanta los labios rellenos de rojo, hace tintinear su pulserita de charms. Se mueve hacia atrás y hacia delante, los piececitos guardados en botazas militares. Si le quitamos el audio puede parecer hasta que canta un rap pijo-fascista..

En su perfil de Twitter dice:

“Muerte por voluntad, la mas hermosa de las muertes, porque te la impones tu y mueres por voluntad. Mueres bajo el sol o bajo las estrellas, pero tu sangre se hace fértil como una primavera”. 

Destila pasión juvenil, arrebatada, aunque su estilo no es muy depurado para ser una estudiante de Historia y Antropología. A cualquier profesora de lengua ese párrafo le provocaría muerte por shock anafiláctico.

Isabel sigue: “quiero que se unan a mí muchas mujeres y hombres que, fieles a su sangre española y europea, quieran plantarle cara a la decadencia de nuestra civilización”.

No oculta su pasión por Hitler, a quien llama Führer. Entrevistada por los medios confiesa saber la gravedad de sus palabras y estar convencida de “que iré a la cárcel por ellas” pero le vale la pena la condena por defender su ideal de una España pura, libre de mestizaje, como buena mártir joseantoniana. 

A la pregunta de qué hará tras las rejas confiesa con todo cuajo, “escribir un libro”.

Terrible amenaza.

D. W



 

 

domingo, 14 de febrero de 2021

MÁS O MENOS

 MÁS O MENOS

No hay nada eterno. La lamparita que me alumbraba las noches insomnes o las madrugadas fértiles se ha muerto.

El entierro se celebró en un punto limpio, como es de rigor; la lloré un poquito y de vuelta me paré a comprar otra.

Estoy encantada con la nueva, es de las que tienen modulador de intensidad. Juego haciéndola brillar más que un faro o atenuándola hasta que parece una cerilla. Nunca había tenido una así, me parecían cursis y burguesas.

Y ha resultado ser una revelación.

Deja ver o no según qué cosas. Más humana, imposible.

D. W

*Publicado en “El Observador” el 12 de febrero de 2020






 

 

 

viernes, 12 de febrero de 2021

UN MUNDO PERFECTO

 UN MUNDO PERFECTO 

Llegado el día de su decimosexto cumpleaños, a las 16.O7, hora exacta en la que nació, su nombre se inscribió en el listado de ciudadanos con capacidad para escoger o adquirir compañía.

Ordenó al dispositivo instalado en su antebrazo, que le mostrara imágenes antiguas de parejas (doscientos años atrás se llamaban así). Hombres y mujeres parecían felices de estar juntos. Aún se cubrían con telas y piel animal, horadaban orejas y narices con aros de metal y se tatuaban el cuerpo, al estilo de los salvajes de las colonias de Júpiter. Y se miraban con ojos de estúpidos.

Gracias a que en el año 2.164, quincuagésimo después de darse oficialmente acabada la Era de las pandemias, no existía el amor.

Contaban con aplicaciones para confraternizar sexualmente. Para cada encuentro íntimo consentido había que rellenar cuestionarios, someterse a una desinfección antes de la cópula y realizarla en los Hoteles del Placer, únicos lugares lo bastante asépticos para evitar contagios

Sin celos, ni sentimientos posesivos hacia el otro.

Por supuesto seguían existiendo personas que decidían unirse de por vida, “enamorados” que desafiaban al Sistema. Eran considerados excepciones. Como castigo a su excentricidad se les condenaba a no poder separarse jamás, aunque sus sentimientos cambiaran, ni a tener relaciones con terceros. Era una forma sutil de disuadir a los rebeldes. Ningún infierno iguala el vivir junto al aborrecido.

El cumpleañero HAB 458 ZK buscó entre las propuestas con quién inaugurar su nuevo derecho. Aunque le atraían los pechos, dudaba dónde catalogarse amatoriamente. Pidió una persona trans femenina para su iniciación. 

“No es para tanto”, pensaba mientras veía volver enfundarse en su mono de tejido nanotécnico a su primer amante. Aún así le sonrió educadamente. En la escuela le habían detectado una leve inclinación por el mundo antiguo, aunque la historia se había reescrito y los robots enseñaban sin apasionamiento. A pesar de todo, HAB 458 ZK sentía cierta imposible nostalgia de aquellos tiempos no vividos.

Al salir del Hot-tel se dirigió al mercado. Era lícito comprar esclavos; los jovianos, en libertad, se multiplicaban como virus. Mientras no se lograra civilizarlos, el sometimiento era más piadoso que el exterminio.

Se fijó en una nativa bajita, que le pareció confortable. Su largo cabello, exótico en una sociedad alopécica tras la Gran Sarna que modificó el ADN capilar, la hacía deseable. Le erotizaba que tuviera vello en axilas y pubis; regateó hasta conseguirla por doscientas horas de trabajos estatales. Un buen acuerdo.

 

La llamó Lieva, uniendo los nombres de las dos primeras mujeres terrícolas, aunque no constaba como tal ni gozara de más derecho que los que tuvieron los extinguidos animales domésticos.  

Desconocedores de un lenguaje común se entendieron mediante el traductor simultáneo. Lieva se mostró contenta con su nombre, le gustaba más que el suyo, que sonaba gutural y tosco. “En mi planeta, los primeros días juntos se llaman “satélites dulces”, ahora comienza allí la estación de lluvia no ácida. Se dedica la jornada, que dura nueve horas terrestres, a la diosa protectora de los que se aman. Que nos unamos hoy es de buen augurio”. Ella sacó de su hatillo una piedra brillante, color naranja, igual que sus ojos. “Es de mi hogar, te la entrego porque ahora, mi hogar eres tú”.

HAB 458 ZK no supo que decir pero se le cayó una lágrima, igual a aquella que derramó de niño, cuando vio en el zoológico el último perro de la Tierra.

Esa noche y todas las otras durmieron enroscados, envueltos en el manto vivo de su pelo. Él no volvió a pedir citas; su joviana le era suficiente. La palabra “amor” ya no le parecía obsoleta sino imprescindible.

No tuvieron descendencia pues los esclavos eran esterilizados. Y fue triste porque hubiera sido el comienzo de una raza gloriosa.

D. W

*Publicado en “El Observador” el 12 de febrero de 2020

 





 

 

 

domingo, 7 de febrero de 2021

FEBRERO

 FEBRERO 

Femenino, compacto, irascible. Veintiocho días de ciclo lunar empleados en alargar dobladillos a las tardes.

El más chiquito del almanaque ahorra minutos para comprar, cada cuatro vueltas al sol, un solo día.

D. W

*Publicado por “El Observador” el 5 de febrero de 2021





sábado, 6 de febrero de 2021

PUNTADAS

 PUNTADAS

Vieni qui ragazza! -el soldado con uniforme italiano se hallaba sentado sobre una piedra, no muy lejos del cortijo donde habían levantado el campamento.

Una mujer de ojos celestes sujetó a la chiquilla con aprensión. 

Non aver pauradi non mordere, -el rostro del hombre, tras la áspera barba de varias jornadas, quería ser amable. 

 

Habían sido días terribles. Un reguero de criaturas, provenientes de la ciudad caída, no cesaba de manar. Málaga se desangraba de sus hijos, sin torniquete para la hemorragia. Los veía caer, quedando para siempre en el camino hacia Almería, reventados por las cobardes bombas que llovían del cielo y llegaban del mar.

Los que sortearon la muerte parecían espectros con pies en carne viva. Creyendo huir del infierno se adentraron en él.

Durante tres noches, el cortijo se llenó de criaturas temerosas, mal envueltas en andrajos, acostadas en el suelo, espalda contra espalda. Los dueños de la casa pasaban entre ellos con cuidado para no pisarlos, alumbrándose con candiles, repartiendo alivios de hambre. 

La mujer rubia se refugiaba en el cortijo por ser pariente de los amos. Su marido la había llevado allí, junto a su madre y su niña de cuatro años, viendo el mal cariz que tomaba la guerra. Él se volvió a la capital, su pundonor lo obligaba.

Con los desbandaos habían compartido pan y algo de matanza, aunque sus primos escondieron lo más que pudieron. Empezaba febrero, mucho frío y lluvia quedaban por llegar para estar sin víveres. 

 

El soldado tendió su chaqueta a la mujer; un botón colgaba como el ahorcado en una higuera. Le indicó, con una sonrisa provocadora, que lo cosiera. Ella apretó los finos labios y negó con la cabeza. Abriendo sus brazos contestó brava: “carejco de avío y de estómago” 

Él sacó del petate un carrete de hilo pardusco y un canutero.

La chiquilla delgaducha los miraba asustada. No había dejado de temblar desde que oyó la primera detonación; solo los cuentos de su abuela la abstraían del horror.

La tensión espesaba los alientos, algunos soldados se acercaron a inquirir qué pasaba. Entonces otra mujer, ya mayor y vestida con hábito del Carmen, intervino.

—Aurelia, cóselo. Por tu hía.

Tragando quina, arrebato la prenda y los materiales que le ofrecía el fascista y allí mismo la arregló. Arrancó de un mordisco el cabo del hilo y lo escupió con rabia.

Graziebella donna. - agradeció el militar con socarronería.

Le devolvió la chaqueta mirándolo desafiante. Él indicó que se quedara con el hilo. Ella, las manos sobre sus flancos, negaba con gesto de repulsión. Ignorando el desprecio de la madre lo puso en las manitas de la hija.

É un regalo che ti ricordi di meHo una ragazza carina come te.

Ninguna de las tres lo entendió pero el soldado sentó a la chiquilla en sus rodillas, enseñándole una foto de su familia, tarareando “Faccetta nera”. Aurelia se hincaba las uñas en las muñecas, demudada.

En cuanto pudo, la pequeña se zafó del empalagoso, corriendo a los brazos de su abuela. La madre le quitó el carrete para arrojárselo al invasor pero una vez más la prudente anciana terció.

—Tente, Aurelia.

Si, había que tenerse. Por los hijos de unos y de otras, para que no se derramaran más lágrimas ni más sangre. 

La tierra ya no podía tragar tanto muerto.

D. W

 *Durante los días 6, 7 y 8 de febrero de 1937, se produjo en Málaga “La Desbandá”. Entre 100.000 y 150.000 personas salieron de la capital con lo puesto, a pie en su mayoría, emprendiendo una caminata de doscientos km dirección Almería, huyendo de la toma fascista.

Fue el mayor éxodo de nuestra Guerra Civil. 

Ilustrado con la portada del libro “Las fotografías de la Desbandá”, de Jesús Majada.

*Publicado en “El Observador” el 5 de febrero de 2020 



 







martes, 2 de febrero de 2021

RESTAÑO

 RESTAÑO 

La nostalgia dirigió sus pasos al barrio dónde nació. Ya no existían los redondeados adoquines que conoció de niño.

La antigua panadería era ahora una almoneda; en su escaparate, en vez de bollos, se apiñaban legiones de objetos variopintos, uniformados por el polvo.

Sin saber muy bien por qué empujó la puerta. Graznó la campanilla mohosa que hacía de portera.

El olor a pan de antaño se perdió entre humedad y olvido.

Al fondo de la tienda, una figura encorvada lustraba con esmero un objeto diminuto. Sin mirarlo le invitó a entrar.

—Pase, siéntase libre de mirar cuanto quiera.

Le atrajo un espejo que era ascua desangrándose en luz, herido por un rayo de sol kamikaze que atravesaba el escaparate. Se acercó con la inconsciencia de la polilla, quizá jugándose el tipo.

Le fueron familiares su tacto y envergadura; por fin cayó en la cuenta. Había sido una de las puertas del majestuoso armario de tres lunas, orgullo de sus abuelos, comprado al casarse allá por los años veinte, siendo dos enamorados llenos de ilusión.

En su cristal se habían contemplado cuatro generaciones de su sangre. Campeó la guerra entre colchones de lana que lo resguardaron del retumbe de las bombas.

No sabe las veces que le regañaron por dejar huellas de sus manos ni cuantas muecas hizo para ver si crecían los dientes de pan o el incipiente bigote.

Recordó a su madre, tirando con cuidado de las medias para encarrilar su costura. Y la habilidad del padre con los nudos de corbata, el cigarro guardando equilibrio en los labios.

Aconteceres amargos y codicias lo privaron de las cosas que debieron ser suyas.

Conservaba el mismo marco sin las bisagras pero, por capricho del restaurador, aún con embocadura y cerradura intactas. La llave seguía puesta, invitando a entrar al pasado. 

—Se lo lleva por 3.000 €. Es un cristal muy grueso, fíjese en la calidad del biselado.

Para sorpresa del anticuario, ni pestañeó.

—De acuerdo, pero esta tarde debe estar en mi casa.

 

Su mujer gritó de sorpresa al verlo, justo al fondo del pasillo, dónde hacía siglos quería poner uno.

—¡Es estupendo!, ¿dónde lo has encontrado?, -Inquirió admirándolo. 

—Créeme, él me ha encontrado a mi.

Ella se miró el perfil de su silueta deformada. “Cuando nazca lo va a poner perdido con sus manitas”

—Eso espero, - suspiró abrazándola-

Giró la inútil llave y el resorte salió limpiamente, como si la nostalgia le sacara la lengua. 

D. W

*Publicado por “El Observador” el 29 de enero de 2021