PERDIDA Y HALLADA
No percibí su falta hasta que, necesitándola, la busqué encontrando desierto el lugar tácitamente establecido. Me desconcerté y llegué a pensar que nunca había existido, que suplía su falta con argucias.
Empecé a contar la barbaridad de veces que recurro a ella a lo largo del día, mientras me reprochaba dolorosamente su extravío.
Compungida llamé a mi hija, ella es el faro que alumbra mi ignorancia digital.
—Nena, que no la encuentro.
—¡Ay mamá, que cambié el teclado ayer, cuando tuve que escribir en inglés aquel informe!
Respiré, no estaba yo confundida ni pre-chocha, aunque verde cual lechuga en cuestiones informáticas.
Seguí las instrucciones de mi vástaga y posé el dedo, invocando a Alan Turing.
Apareció en el teclado táctil, luciendo su virgulilla, mi Ñ añorada.
D. W
*Publicado en “El Observador” el 22 de enero de 2021
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