DICIEMBRE
El mes con más números rojos en el calendario se ha caído del guindo. No sabrá igual el turrón digital, ¿como se parte un piñón con alguien confinado a 100Km?.
Solo media docena reunidos en torno a los langostinos descongelados, parientes de los peces que beben, beben y vuelven a beber. Y río Albal más seco que el gaznate de un cuñáo.
Tras pasar el acueducto, otrora inaugural del desmadre, no hará falta poner pesebre que el Belén lleva meses montado, si acaso un abeto made in China con adornos coreanos.
Las uvas de la suerte sabrán a palabrería, el champán de oferta sin embargo cumplirá su función de adormidera. Las céntricas luces pagadas a escote cantarán el “Last Christmas”, todo morbo, a los gatos sin botas. ¡Inclán, resucita y desempolva el esperpento!.
Se va diciembre recordándonos dos mil veinte veces lo frágil que es nuestra condición humana.
D. W
*Publicado en “El Observador” el 4 de diciembre de 2020.
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