ACUSTICOFILIA
Le gustó el piso por lo bien aislado a pesar de estar en medio de todo. Blindado como un fuerte, de anchos muros conventuales y con carpintería exterior súper PVC de triple cristal anti balas, anti calor, anti frío, anti luz casi pues al traspasarlos adquiría una tonalidad verdosa, de vientre de muerto.
Perfectamente insonorizado, una catedral pagana de único culto a escuchar-se.
Dentro de su burbuja podía dar rienda suelta a sus heavys decibelios mientras que con taladros y sierra eléctrica hacía bricolaje extremo a las tres de la mañana, sin riesgo de que llamaran a la policía por escandaloso.
Un día, al entrar a la cocina buscando drogarse con café para enfrentarse al mundo, creyó oír voces. Se palmeó con las manos huecas los oídos porque eso era absolutamente imposible mas los murmullos seguían ahí. Guiado por ellos llegó a la campana extractora, quitando uno de los filtros. La voz ahora se hizo tan clara que distinguió una frase: “no te levantes, voy para allá con el desayuno”.
Se cabreó enormemente y decidió que al regresar del trabajo, cegaría el conducto con espuma aislante.
De vuelta a casa traía media docena de tubos para ejecutar su plan pero al disponerse a hacerlo le llegaron unas risas quedas, después unos suspiros de amor, jadeos, chasquidos de lenguas entrechocando o entrando y saliendo de cavidades carnosas y húmedas. Palabras arrebatadas, inconexas, coloradas. Un aullido largo de placer femenino y poco después un gruñido liberador de hombre. Luego susurros, roces de piel y por fin, silencio.
No atrancó el conducto sino que allí mismo, bajo la cúpula argenta e inoxidable, descomprimió el suyo.
*Acusticofilia = excitarse sexualmente al oír sonidos específicos a través de las paredes.
D. W
*Publicado por “El Observador” el 4 de diciembre de 2020.
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