miércoles, 14 de octubre de 2020

NO SIN MI YOGÚ

 

NO SIN MI YOGÚ

No tenía más remedio que llegarse al súper el sábado, único día que podía acompañarla su marido. 

Y es que a una semana de dar a luz y con una hija de tres años en plena efervescencia se sentía incapaz de ir sola.

Empujaba trabajosamente el carrito con la chiquilla sentada en él estirando mucho los brazos pues mediaba el barrigón. 

—Mami bájame.

—Pero pegadita a mí, no te vayas a perder.

Levantó a la niña sintiendo un latigazo en los riñones y una dolorosa contracción. Se agarró al stand de perfumería e hizo la respiración aprendida en el cursillo pre-parto .

—No cojas más pamplinas que este mes llevamos mucho gasto,  -le regañó el marido-

Ella soltó aire por la nariz y siguió la ruta.

En el pasillo de los lácteos un letrero amarillo anunciaba que los yogures con fecha de caducidad inferior a una semana saldrían GRATIS.

El hombre rebuscó.

—¡Mira estos!, -dijo eufórico al encontrar la ganga, apropiándose de dos docenas-

—Son de higos y pitangas, no nos gustan. 

—Nena, a caballo regaláo...y te conviene el calcio.

Pocas ganas tenía ella de discusión, al llegar a casa le esperaba colocar la compra, tender la lavadora y bañar a la cría.

La cajera había pasado ya medio carro cuando vio la ristra de yogures a caballo entre los alambres laterales.

El hombre, lleno de satisfacción, anunció:

—Estos gratis que cumplen la oferta 

—A ver... -dijo la empleada esculcándolos con el aparato pertinente-, No, no me salen en promoción.

—¿Como que no?, ¡llame usted ahora mismo al encargáo!,- el vivaz comprador entró en modo “a mi no me engaña nadie”.

La cola crecía en clientes expectantes en ver cómo acababa el sainete mientras cajera y marido esperaban al jefe, enfrascados en un lío de cuentas.

Y la embarazadísima saliendo de la suya.

—Cari, vámonos, -susurró.

—¡No sin mis yogures!  -gritó épicamente sin mirarla-, ella apoyó su inmensa gravidez en el stand de las pilas y cerró los ojos.

La chiquilla, nerviosa, tiró de la pernera a su padre: 

—Papi, que la mami sá hecho pipí.

Se giraron todas las cabezas y vieron unas manoletinas nadando en un charco.

Cuando volvió en sí después de la cesárea una enfermera la recibió alegremente:  “has tenido un niño muy guapo, ¿como le vas a  poner?”.

Aún desnortá por la anestesia respondió:

—DANONE.

D. W 

*Publicado en “El Observador” el viernes 9 de octubre de 2020.




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