PÍLDORAS CIRCASIANAS (1880/1920)
Los anuncios lo dejaban bien clarito. Bastaba ingerir una al día durante dos meses para ver cómo florecía la balconada.
Eran las circasianas mujeres míticas, de extraordinaria belleza y sensualidad, con los senos más perfectos que jamás han existido.
El secreto de su turgencia radicaba en un remedio que tomaban desde el albor de los siglos, por suerte descifrado y disponible en farmacias.
Las dos hermanas cuchicheaban a espaldas de la mamá. Ni en sueños iba a darles las ocho pesetas que costaba un frasco.
Le habían preguntado a la mujer del boticario (a él no se atrevieron) que si su figura de palomo buchón se debía a las píldoras y esta, muy acalorada, las había mandado a freír espárragos.
Una vecindona les contó que lo mejor para inflar la pechera era comer mucha miga de pan. Y a ello se pusieron.
Pan migao en café, pan con sopa, pan con pan.
La mamá notaba que la hogaza cundía cada vez menos. Las niñas empezaron a coger pellizcos a escondidas.
_”Cusha Paco, ¿no habrá ratone?” le decía a su marido.
_”Pos vamo a tené que rebajale la rasión de morralla ar Caifás”
Al oír mentar su nombre, los ocho kilos de gato se pusieron en tensión.
_”Pero que chalaura disen mih amo, aquí no entra ningún bisho ende que estoy yo”.
Ofendido, se levantó yéndose a la cocina, balanceando sus negras y peludas carnes.
Esa noche espolvorearon el suelo con harina, treta harto antigua y eficaz para descubrir ladronzuelos de alacena.
Por la mañana aparecieron huellas de piececitos humanos. Y el edredón de seda burdeos más nevado que un nacimiento.
Tuvieron que confesar el pecado de vanidad. Mamá les regañó pero, mujer al fin, comprendió el motivo.
_”Ezo zon engañaboba…, ademá, una mosita no tiene que tené tanto de tó… ya o jartarei de teta cuando o cazei y estei criando”
Se miraron las culpables contentas de haber salido bien paradas del caso. Azoradas reconocieron los efectos secundarios.
_ “Mamá, y lo péo, zabe usté, e que estamo má gorda de cintura… el corselillo nos aprieta”
_”Y de cara también, que paresei dó pepona” río la madre.
D. W.
Yo debí comer mucho pan migao, y en mi época y con mi manera de ser preferiría haber tenido menos pecho. Pero como siempre tu relato es muy bueno y tiene mucha gracia
ResponderEliminarLo malo es que se engordaba de todas partes, ¡adiós cinturita de avispa!
ResponderEliminarY de que estaban hechas las Pildoras? Que contenían??
ResponderEliminarEso no lo sé, pero lo cierto es que se engordaba de todas partes.
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