sábado, 29 de agosto de 2020

EL BAÑO

 EL BAÑO

Ama preparaba la bañera a su gusto, con aceite de almendras dulces y jabón de rosas. Su proyecto de gato la miraba curioso, era un entretenimiento para una tediosa tarde de verano verla hacer idioteces.

Revoloteando apareció una palomilla blanca, de esas que dicen pronosticar buenas nuevas.

La mujer lo percibió como excelente augurio. El minino sin embargo pensó que el dios de los gatos le mandaba un juguete.

Andaba la humana ciega momentáneamente por mor del champú cuando sintió a sus espaldas una zambullida, un tropel y mil alfileres pinchándole la retaguardia.

De un salto se puso en pie a riesgo de resbalarse sorprendiendo al travieso minino pugnando por salir de entre la espuma a suelo firme.

Ama lo agarró del morrillo y ahí quedó como nutria rubia, ungido, humillado y castigado en su maldad.

La palomilla, intacta, salió por donde entró haciéndole un corte de alas a la fiera.

Ama se miró en el espejo con la postura de Venus Calipigia viéndose el trasero tal que si se hubiera sentado sobre un muestrario de cortadores de pizzas. Mientras se retorcía para rociarse con clorhexidina pensaba en trocar por unos días el tanga playero por un decoroso bañador.

Tenía el culo como de venir de orgía sadomasoca con látigo de a euro.

D. W

 


viernes, 28 de agosto de 2020

DE TERMÓMETROS, GATOS Y ESCOBAS

  DE TERMÓMETROS, GATOS Y ESCOBAS 

El mercurio sube tan alto como un suicida convencido. En días de Terrá, cuando parecen abrirse las puertas del averno, da la impresión que reventarán los termómetros salpicando de gotas argénteas a quien pille. 

Para mí nada indica con mayor precisión los grados que los gatos. Los que en invierno semejan manguitos de piel en verano se convierten en boas peludas de más de 80cm de longitud (rabo incluido).

A mayor alargamiento felino, más calor. Matemático.

Lastima no ser gata ni caber debajo del aparador. Tampoco puedo tenderme sobre el cristal de la mesa, parecería que van a amortajarme. 

La táctica felina del estiramiento y ralentización es perfecta para sobrevivir a los días infernales. Basta con no coscarse, comer poco, beber algo y dormir mucho.

Antes del aire acondicionado luchábamos contra el Terrá atrincherándonos en casa con el papay, la siesta quien pudiera, el beso al botijo y la estrategia gastronómica de ajo blanco y gazpacho. Nadie hay más valiente que quien enciende los fogones bajo temperaturas de sauna.

La mar se vuelve helada mientras arde el aire y no hay cuerpo que aguante en la playa el cocimiento al soplete.

Voy a poner una escoba de pie tras la puerta. Superstición casera infalible para despachar visitas inoportunas. A ver si el Terrá se percata y se va a donde picó el pollo.

D. W 



miércoles, 26 de agosto de 2020

VERANO 1919 (Málaga)

 VERANO 1919.  (Málaga)

Con la llegada del buen tiempo arraigaba, en la playa de la Malagueta, un complejo de madera que permitía el prodigio de bañarse sin meterse en el mar al módico precio de 1’50 ptas. Esteras que pesaban un quintal guardaban de miradas libidinosas, que no era cuestión de anteponer la salud del cuerpo a la del alma.

Las mamás, haciendo malabarismos con la economía familiar, llevaban a sus retoñas al balneario “Baños de Apolo” tres días correlativos y siempre entre las dos vírgenes veraniegas que si no las aguas no estaban benditas y por tanto sin garantizar el efecto salutífero.

Las progenitoras aguardaban la terapia de las niñas  dándole a la sinhueso y abanicándose para mitigar los bochornos propios del estío.

Tras ponerse un recatado “camisón de baño” y cubrirse las largas cabelleras con un pañuelo las mozuelas se sumergían en grandes tinas llenas de agua de mar, dando repullos dado la poca costumbre de sentirse abrazadas por el líquido elemento.

Lo natural era lavarse en barreño y por comarcas así que esto constituía un acto heroico, en aras de la salud, para no acatarrarse mucho a la vuelta del invierno, que ya se sabe que una pulmonía se agarra denseguía ar pecho y se lleva palante a la más pintá.

Unas mujeronas controlaban religiosamente el tiempo de inmersión; pasado este envolvían a las bañistas en níveos toallones que absorbían una barbaridad, frotándolas como para sacarles brillo hasta dejarlas colorás.

Luego levantaban las toallas todo lo alto que permitían sus brazos para que las jóvenes se quitaran los camisones que quedaban a sus pies como piel mudada.

Cumpliendo con el decoro el telón no bajaba hasta que las interfectas cubrían sus blancas carnes, un tesoro de belleza que había que defender del sol a sombrillazo limpio.

 En el sainete no faltaba el mirón que intentaba burlar la vigilancia del decentísimo establecimiento con la esperanza de ver siquiera una turgente pantorrilla.

Si el ratero visual era sorprendido los gritos mujeriles se oían en el Palo, pero pocas veces pescaron a alguno ¡como que nadaban mejor que un boquerón!.

Después del trajín las muchachas quedaban algo lacias así que las mamás previsoras les daban un dedal de Moscatel como reconstituyente.

Acabada la libación casi sacramental volvían a sus casas y desayunaban porque hay que decir que para que las aguas fuesen efectivas debían tomarse en ayunas y bien temprano.

Efectuado el paréntesis acuático a las nueve ya estaba cada una con su tarea. 

No existía en esos tiempos el concepto de vacaciones, solo las clases pudientes disfrutaban de ellas, los demás se aviaban con botijo, abanico y alargarse con el pañillo algún domingo al campo, donde sabían mejor las papas en adobillo y la ensaladilla de pimientos asaos con su poquito de hormigas. 

D. W.




lunes, 24 de agosto de 2020

APAÑOS

 APAÑOS 

Hasta un dictador japonés medieval acostumbrado a ver como sus samurais se destripaban ante él tenía su corazoncito.

En el siglo XV de nuestra era occidental el Shögum Ashikaga Yoshimasa rompió fortuitamente su chawan, el hermoso tazón con el que cada día celebraba la ceremonia del té.

Profundamente desolado, porque era cruel pero sensible, ordenó repararlo pareciéndole el arreglo tan burdamente evidente que casi manda decapitar al artesano.

Le hablaron de otros con fama de exquisitos y a ellos confió la reconstrucción.

Imagino el terror al aceptar el encargo impuesto. La grieta en porcelana es imposible de disimular así que optaron, no se sabe si en un alarde de imaginación artística o por sentir ya la vida perdida, por unir los trozos con la resina de árbol urushi a la que añadieron polvo de oro.

Las fisuras eran patentes pero la pieza se enriqueció, así nació  el arte llamado KINTSUGI o “carpintería dorada” traducido del nipón. 

Esta moda llegó a tal grado que los fabricantes rompían adrede sus mejores piezas para recomponerlas mediante cordones de materiales nobles y así subir el precio. 

Ya no se trataba de un remiendo, el asunto trascendió a llevar la cicatriz con orgullo distintivo, como las escarificaciones en las  tribus antiquísimas que hablaban del temple de sus portadores.

En cambio, los rotos del alma suelen resolverse con engrudo, menos mal que no se ven si no perderíamos valor de mercado.

Casero Kintsugi emocional.

D. W

 

sábado, 22 de agosto de 2020

“VERANEO 1974”

 “VERANEO”  (1974) 

 De junio a septiembre, con el sol aún zascandileando en los tejados, no había tarde en la que Isabé dejara de baldear la calle. 

Aquella mujer menuda, vestida siempre con batita de briega, sostenía el cubo con una mano mientras con la otra, haciendo cuenco, cristianaba el reseco empedrado desde su puerta a la de enfrente. La bicha de goma no le gustaba.

Luego deshacía los charcos a escobazos hasta dejar el trozo de calle niquelá, dispuesta para la tertulia nocturna. 

Para la chiquillería el secado era señal tácita de salir a jugar. En un tiempo en que veranear era palabra hueca la calle se convertía en campamento de verano.

Se bajaba escamondáo, ya fuera en ducha, barreño o pagando la alcachofa de la barbería cercana, empapuzáo en colonia y con sandalias de suela de tocino. 

Tras la pausa de la cena bajaban también los adultos. 

Cada uno sacaba su silla de anea. Los sitios, como los buenos teatros, eran fijos. El culo de una vecina volvió cóncavo un escalón tras cincuenta años de roce mutuo. 

Barrio-terapia para burlar la caló y encarar el sueño.

Mientras… los críos se acomodaban en los bordillos admirando el vuelo de los murciélagos y las volutas de los Goyas largos… atiesando las orejas cuando los mayores bajaban la voz.

Vacaciones, para el niñerío obrero, eran excursiones a La Ibense, zampullás por Misericordia, tebeos de Carrasquilla, unigénitas tardes de feria y Tivoli. 

Isabé siguió baldeando hasta que su memoria se evaporó,  como esa época que ya no existe más que en el magín de quien la recuerda. 

D. W 

 


jueves, 20 de agosto de 2020

SUNSET BOULEVARD

SUNSET BOULEVARD  

“Siempre quise tener una piscina, bueno, al final la conseguí... aunque tuve que pagar un precio muy alto”.

Nací pobre, como todos mis hermanos, pero jamas me resigné a la miseria. Si ellos se contentaban con las frutas podridas del vertedero yo soñaba con las doradas uvas que comían los ricos y la embriaguez del champán.

Nunca volé bajo, picaba alto, ¿acaso cualquier mariposa chillona iba a ser mejor solo por tener genes multicolores?. Yo resultaba atractivo por mi sólido físico y la negra pelambrera irisada en verdores azules. Nunca fui vago para desplegar las alas buscando prosperar ni delicado en cuanto a cómo conseguirlo.

Desgraciadamente no pude esquivar un traicionero golpe y caí fulminado cuando apenas había empezado a conocer la gloria.

Ahora floto en las aguas turquesas de una lujosa pileta californiana hasta que la depuradora succione mi cuerpo. 

Cinematográfica muerte para un moscardón.

D. W

*Humilde homenaje al 70ª aniversario de la película, que aquí titularon “El crepúsculo de los dioses” y a su director Billy Wilder. 



miércoles, 19 de agosto de 2020

¡AY, LA CHOCHONA!

 ¡AY, LA CHOCHONA!

Se regodeaba paseando por la feria abrazadita a su novio. ¡Que se tragaran la lengua las que sentenciaban que se quedaría soltera por ser grandota y fea!

Siempre soñó con atrapar un tipo con carrera pero el destino le guardaba el premio gordo: un agricultor dueño de buenas tierras, con solo una hermana manejable para dividir una pingüe herencia y que se moría por su mórbida figura.

El muchacho se plegaba a cualquiera de sus deseos  Le tenían fascinados los voluptuosos rollos de carne que salían por debajo de las axilas y los enormes pechos donde calentarse las orejas, fantasía erótica desde que viera “Amarcord”. 

La adoraba como a una diosa troglodita de cintura inabarcable, los muslos soldados a la ondulante barriga ocultando castamente el monte de Venus, apetecible como un mollete con aceite y azúcar.

En la tómbola se había dejado los cuartos para conseguirle el antojo no de una sino de cuatro muñecas Chochonas mientras ella tragaba graciosamente churros rellenos de chocolate. “No quiero que pierdas ni un gramo, vida mia” le decía siempre durante el combate amoroso. “¡Que buena estás!”.

Naturalmente ella lo restregaba a las “amigas” que no tomaban postre para gustar al novio, “la suerte de la fea...”.

De madrugada ya, al dejarla en su casa después del magreo de rigor, ella bajó del coche y abatiendo el asiento para llegar a los de atrás sacó las muñecas.

—Gordi, deja una para mi hermana.

Ciento cincuenta kilos de carne mansa se transformaron en furia que bramaba con los agujeros de la nariz dilatados y la papada temblorosa:

—¡NECESITO las cuatro para adornar nuestro nidito!

—Pero...

—Me estas dando la noche, ¡yo no me caso con un hombre que me antepone a cualquier cosa! 

—Oye que “cualquier cosa” es mi hermana...

—¡Que menosprecio!, no esperaba de ti... - lloriqueó enterrando el hociquito entre los mofletes, gesto que lo desarmaba. 

—Llevas razón, Gordi, ¡perdóname!

Ella, muy digna, asintió abrazando a las chochonas, enjugando las lágrimas de cocodrila con los pelillos de lana. 

Volviéndose se alejó lentamente, ofreciéndole el excitante espectáculo de su gelatinoso pandero.

—¡Nena, desayuna algo!, -suplicó enervado antes de arrancar-

—Veré si puedo, con este disgusto...

Corrió el calzonazos  reventando motor hasta la feria. Ya estaba la tómbola desmantelándose, perdida toda su magia.

—¿Me vende una Chochona?

—Sacabó por hoy, nos vamos pá Almería. -el tipo no estaba para chalauras-

—¡Cinco mil pesetas!

Al feriante se le quitó el cansancio de golpe pero vaciló.

—¡Diez mil! y es lo que llevo encima.

Con un chuzo alcanzó la muñeca. Estaba algo deslucida por ser la muestra, “Esta o ninguna que las demás están empacás”.

Nuestra Venus se asombró cuando la vio sobre la cama de su cuñada, “si ya tenía una para qué quería otra, ¡que caprichosa!”.

El amante obnubilado hundió la mano en el carnudo hombro, “llevas razón, gorda mía” y la llevó a un bufet de pollos asados. 

Le ponía burro verla comer con los deos. 

D. W. 

 


lunes, 17 de agosto de 2020

CASTIGADOS

 CASTIGADOS 

A los niños de mi época, si éramos “malos”, nos asustaban con quitarnos las pocas diversiones que había: “te quedas sin reyes, no vas a la feria”. Hemos debido ser monstruos porque nos han castigado privándonos de todo. Mejor dicho y dejándonos de victimismos, las tropelías contra Natura las hemos empezado a purgar este año redondo que se nos prometía próspero.

Lo peor es que pagamos los delitos haciendo una media, como cuando dicen en el telediario: “Los españoles beben por cabeza diez litros de vino al año”. Pues alguno debe beberse veinte. Ya me entienden.

Demasiados “rebeldes sin causa” incumpliendo el confinamiento burlándose de autoridades y semejantes, saliendo a las calles defendiendo su libertad a boca abierta. No la hendieron para luchar por la sanidad, educación o leyes contra el maltrato y ahora, cuando deben cerrarla, escupen. 

Intuyo un porvenir introvertido y profiláctico, de caricias con guante y besos nonatos. Yo, pesimista irredenta, no confío un ápice en el sentido de la humanidad de los humanos, aquí ni vale la redundancia. 

Me duelen los jóvenes que van a verse privados de compartir bocata, bolígrafos chupados y besos con lengua so pena de tener después la preocupación de haber sido infectados. 

Los viejos. al menos, tenemos recuerdos de cuando la vida era cochinamente sabrosa.

D. W     (mediado agosto 2020)

*Fotograma del filme: “Las aventuras de Pinocho”

Luigi Comencini. Sampablofilm-Cinepat- RAI

 

sábado, 15 de agosto de 2020

EL VESTÍO DE GITANA

 EL VESTÍO DE GITANA  

Pendido en la barra de cortina llenaba la alcoba con la alegría de sus volantes. Resultaba gustoso el contraste del suave moaré de los ribetes con la recia tela del traje. 

Ella esperaba ansiosa el 15 de agosto, único día de feria que libraba, para ponérselo e insuflarle vida. Rabiaba por vestirse de flamenca desde que tenía memoria pero nunca estaba la cosa pa las chalauras de la niña.

Aquel verano del 88 lo logró hilvanando retales del sueldo. Regio, rojo y con tó el surtío: peinecillos, flores, pulsera y unos zarcillos tan largos que le besaban los hombros.

¡Qué poderosa se sintió en la tienda mientras amoldaban a su  cuerpo las hechuras!.

 —Escótelo má, la espalda hasta la cintura... bien ajustáo.

—Pero mujé que no é un vestío de fiesta… 

—Pá mi si.

A su gusto quedó, como un guante. Las mangas de claveles, la falda revoltosa. Y en la cara la ilusión del antojo satisfecho que pan sin rosas no alimenta. 

Ese día el asfalto olía a festivo. Tiró pá el Centro bajando la Tribuna los pobres y siguió hasta el Pasaje Chinitas donde una “Leica” guiri la inmortalizó a la verita de su paisana pétrea. En Calle Larios cayó una granizá por Casa Mira estando raso, con cuidaíto de no mancharse que había sesión de fotos en el estudio de Miguel Ángel en calle Nueva. Sobre el taburete jugó seductora con el abanico mientras la sabia iluminación resaltaba los ojos malagueños.

Competían los faralaes con las flores de la Alameda, esparcía frescura la fuente del Obispo. Papá Parque entreteniendo niños y palomas. 

La inventiva del pueblo llenó los maleteros de jamones, burlándose de los bares reconvertidos en casetas usureras.

La feria urbana nacía más que enseñá.

El rebujito danzaba invisible entre malagueñas y sevillanas.

La niña Amapola no bailó por tener dos pies izquierdos pero anduvo tanto que si el vestío hubiese tenido lunares se le habrían caído todos. 

Después, bien tarde, cuando derrengá se lo quitó se dio cuenta de que había sido muy feliz. 

Tanto que aún hoy sonríe contándolo.

D. W

 

jueves, 13 de agosto de 2020

ESCAPARSE

 ESCAPARSE

Embrollado anda el mundo y todos con él. Una microscópica criatura nos ha puesto en jaque, vaya cura de humildad para tanta humana prepotencia. La piedra en la charca de purines.

Quisiera huir pero aunque sospecho que aún existen paraísos ya no están a nuestro alcance, así que busco puntales para estos tiempos de peste. 

Encontré a principios de verano esta ilustración y desde entonces hago inmersiones en ella. Soy yo la que lee descalza en esa terraza blanqueada. Siento caliente y rugosa la porla bajo mis pies, el canto del mar y una débil brisa que apenas se atreve con mi pelo.

Bajo la parra ubérrima que agujerea la luz me regalo con sus frutos. La silla de mi acompañante está vacía, quizá duerme en la casa con los gatos olvidando que sus gafas se emborrachan de sol.

Un lagarto verde jade se atreve a criticar mi pedicura de camino a la higuera donde se hartara de almorzar mosquitos, evitando que me piquen.

Medran al sol las chumberas engreídas, gestando ternura bajo lanugos punzantes.

Cuando el vestido tachonado de claridad se pegue a mi piel tomaré una ducha, atemperándome para sumergirme en el mar. El collar de corales, encontrado en el gavetín de la vetusta cómoda, será talismán contra ahogamiento y mal de ojo.

Otros libros me esperan sobre la mesa pero debo salir ya.

Fuera está la intragable realidad tras la pulcra mascarilla: trabajos explotadores, desprecio al débil, diferente o de otra especie y el continuo maltrato al planeta bajo la obscena desidia de los líderes.

Es fantástico vivir entre los trazos de un cómic. 

A salvo de una misma. 

D. W   (agosto 2020)

Ilustración: “CALMA”, de Vittorio Giardino. 


miércoles, 12 de agosto de 2020

MERDELLON@S

  MERDELLON@S

 

El merdellón se nota, se mueve, traspasa. La merdellona igual.  

Su vestimenta se caracteriza por ser una segunda piel que los embute, fondo de armario ambivalente para feria o notaria.

Les gustan más las chanclas que comer con los deos.

Deambulan en manojos por el súper, el hospital y la playa  (donde levantan carpas como templos). 

Llaman a gritos al camarero. Tiran lo que encarte al suelo, dar trabajo al  barrendero es uno de sus mandamientos.

Vociferan ensuciando el espacio aéreo, riéndose de los vecinos “amargados” que tienen que madrugar. En su coche caben más decibelios que en una discoteca y ametrallan con ellos las madrugadas.

Carbonizan sardinas en la terraza medianera mientras un Papá Noel deshilachado, el  perro alarma y un pájaro presidiario se apolillan de pena.

Sus hijos son pequeñas reproducciones de ellos mismos. El gen merdellón no se extingue, envanece.

No conocen más libro que el de familia. Lo suyo es suyo, lo de todos… suyo también. 

Su bandera es la chulería, su léxico cabe en una lata de aluminio.  Algunos ejemplares disimulan su condición con humo seco pero el efecto desaparece en cuanto ventilan la boca, que naden o no en dinero no merma su condición.

Nuestro clima benigno los cría lustrosos como volantonas, intentar evitarlos es inútil, son inmunes a la educación en spray. 

En todas partes prospera esta especie pero en Málaga llevamos a galardón tener la patente del Merdellonerío  Autóctono con Denominación de Origen.

D. W.

 

lunes, 10 de agosto de 2020

SIESTA (1950)

 SIESTA  (1950) 

Las sombras que se achican y el sol mordiendo los hombros marcan el mediodía con más precisión que un reloj.

Málaga es un desierto de dos a cinco de la tarde. Solo desgraciados perros sin amo o ingleses esnortaos que acabarán pidiendo asilo a la deliciosa penumbra catedralicia deambulan por las calles. Una salamanquesa mutilada escala la pared, el rabo volverá a crecerle y saca la lengua burlándose de quienes creen que su saliva hace calvas.

La ignorancia, para no aburrirse, se entretiene con la maldad.

En las casas solo se oye el cuchareteo rebañando los platos. El padre parte y reparte la hogaza, es sabido que “en casa que no hay gobierno a pellizcos se va un pan tierno”. Un gesto ancestral que afianza la figura del cabeza de familia.

Mientras la madre recoge los hijos y el marido se echan un rato. Ella se pone a coser pero se queda traspuesta. Hace tanto calor en la casa que, cuando está sola, echa las cortinas y se queda en viso. Como ahora no puede se sube la falda hasta las corvas.

Zarandea el abanico al aire sin enfriarlo.

El dormitorio del matrimonio tiene ventana al patio y es más fresco. Han llevado allí, a los pies de su cama, el colchón de los niños temiendo que les diera un tabardillo en la asfixiante alcobita interior.

Los dos pequeños se acuestan en la cama con el padre y se duermen enseguida vencidos por la modorra de la digestión.

Los otros parlotean hasta que van cayendo. La última en claudicar es la mayor que se entretiene con el juego de luces y sombras que el sol, al pasar por el transparente, tatúa efímeramente en sus brazos.

En el chilindro que hay plantado en el patio chicharras y grillos se desgañitan. Es la nana estival con la que madre Natura amaga al mundo mientras fuera llueve fuego.

La mujer despierta sobresaltada al oír el carro de la basura. Se alisa la falda y corre escalera abajo con el balde. 

Tira de él un mísero animal que le da mucha pena, siempre guarda algún mendrugo para darle. El basurero le devuelve el cubo vacío y da una palmada a los delgados flancos del equino: “¡Amos, anda borrriiiiicooo!”. Y allá que se van atarragando con la sucia carga. 

Ella entra al cuarto a despertar al marido, “Ea, la hora, enga”.  Él se levanta con la boca seca y mal cuerpo pero se refresca la nuca y los brazos en el aguamanil y se le pasa.

Echa un tiento del botijo y lo arroja a la escupidera. Bebe de un trago el recuelo que le trae la mujer y la besa traspasando a sus labios el regustillo amargo.

Aligera porque antes de salir a la calle tiene que ir al excusado común que está en el patio. 

Los críos siguen aletargados y mamá se emboba mirándolos.

Serpentea para acomodarse junto a ellos sin despertarlos y se adormece.  

El gato camastrón, desde el alféizar, les vigila soñoliento con sus pupilas en cuarto menguante . Mientras él esté allí no habrá cucaracha que tenga arrestos de entrar a molestarlos. 

D.W. 

 

 

sábado, 8 de agosto de 2020

SOPAS CATETAS

 SOPAS CATETAS

 Mi madre pasó muchos veranos en un cortijo de Vélez. De niña padeció una enfermedad que le hacía doblar el pie derecho hacia dentro y no podía andar, curiosamente a la semana de estar en el campo corría como una liebre.

Allí aprendió a hacer ajo blanco. La ponían a quitar la túnica a los olorosos bulbos y a desnudar almendras. Después las mujeres de la casa los machacaban en un mortero amarillo, con cuidado porque saltaban como pulgas ahítas, moliendo bien el fruto para que no raspara la garganta. Se añadía pan duro empapuzado en agua y vinagre formando con todo una amalgama deliciosa. El aceite se dejaba caer lentamente hasta que ligaban los ingredientes. La pasta resultante debía desleírse con agua fresca del pozo hasta darle una consistencia líquida pero no de aguachirri. 

Lo volcaban en una fuente grande donde esperaban uvas recién cogidas de la parra que sombreaba el zaguán. Para entonces llegaban los hombres de la labor y mientras se aseaban se ponía sobre la mesa el refrescante condumio.

Comían alegremente entre chistes, guasa y requiebros si alguno iba tras alguna. La vieja parra atraía a las avispas con el dulce olor del moscatel y el zumbido se unía al canto de chicharras y grillos.

Me contaba mi madre que a la cámara donde reposaban los vinos no entraban las mujeres si estaban con “sus días” porque se cortaba la fermentación. Ella siempre lo creyó, era la cosecha del año muy valiosa para hacer experimentos y comprobarlo. 

Esto valía también para la mayonesa así que cuando tocaba gazpachuelo ya sabían a quien le iba a caer la faena de hacer girar la yema cruda y el aceite en el sentido de las agujas del reloj. Cada globo anaranjado toleraba como medida tres cáscara llenas de aceite, sí eran más se cortaba. El limón se ponía al final. Las claras se añadían a la olla para cocerlas junto a papas o arroz, el poner un huevo entero para cada comensal no era muy frecuente.

Si se aviaba sopa se diluía la mayonesa con cuidado en agua casi hirviendo y luego se volcaba la mezcla sobre el pan duro rebanado para evitar que supiese aguado. 

Hoy tenemos batidoras potentes pero en muchos hogares se siguen haciendo con mortero, por tradición o añoranza.

Y es curioso, comidas tan familiares han acabado tuneadas en los más lujosos restaurantes, emperejiladas diría yo, perdiendo su esencia y costando un riñón. Sé de quién daría una fortuna por volver a comerlas en plato duralex en casa de su abuela. Sin langostinos, reducción de Módena ni esferificaciones.

Nos saben a gloria estas humildes y extraordinarias sopas malagueñas, veraniega una, reconfortante en invierno la otra, las dos nacidas de lo que ofrece la tierra. 

Sopas catetas sin estrella Michelin. 

Ni falta que les hace.

D. W.

 


jueves, 6 de agosto de 2020

BESS

BESS

Atléticos músculos de terciopelo forman tu cuerpo, ora ronroneas ora bufas, ser bipolar con gracia extrema es cosa felina.

Toda la negrura de la noche, que digo, de todos los mas oscuros agujeros negros del universo están en tu pelo. 

No te encuentro si te busco en el armario hasta que no enciendes el fuego verde de tus ojos, entonces yo me asusto y tú te ríes, con la risa sardónica de los gatos.

Matriarca por edad que por aspecto eres la cachorra que aún huele a leche, trece años de íntima amistad me dan derecho a rozarte el vientre. 

Te puse medio nombre de una ópera y tú voz es de contralto. 

Que buen acierto.

D. W. 

 


martes, 4 de agosto de 2020

SE VA EL CAIMÁN

SE VA EL CAIMÁN 

“Querido Caimancito:

Te escribo la presente para informarte que marcho fuera de la Charca una vez que la dejo temblando. Parto a otras tierras menos pantanosas que vengan mejor para aposentar la cola, algo maltrecha por tanta brega cazando lagartas.

Donde voy viviré como lo que soy, un monarca de un reino donde ser corrupto se mama, disfrutando mi botín.

Por tu santa madre no te apures que tiene la vejez asegurada, a mi manera la quiero, a mi manera campechana claro está, que consiste en estar con quien me da la gana...ja, ja, ja...que chiste más soso (como mamá). Lo siento, no volverá a ocurrir.

Sé que me comprendes, me lo pusieron fácil y aunque dicen que nunca fui inteligente ningún tonto se la machaca...ja, ja, ja... habiendo Corindonas bárbaras que lo hagan, ja, ja, ja.... perdón.

No te apures por Caimancilla , reinará algún día; en esa Charca no hay remedio, son como el burro que sigue a la zanahoria y por mucho que le peguen no dejará de hacerlo.

Soy caimán viejo y verde, de sangre fría, descendiente de una larga estirpe que se remonta a los dinosaurios. Desde huevo viví anhelando lo que te dejo, te he preparáo cojonudamente.

Mientras no te comas a los caimanes chamanes, ni a los guerreros, ni se te ocurra despotricar con las tradiciones de la Charca por muy nauseabundas que sean te irá bien.

Todos esos caerían contigo y por eso te aúpan el rabo. Tu señora consorte lo tiene más largo que tú, que siga escribiéndote los discursos. Si fuese de más carnes me la hubiese comido yo... ja, ja,ja... perdón.

Bueno, Caimancito, termino ya que escribir (y menos leer) no es lo mío. Ya os mandaré un colmillo de elefante blanco para que adornéis la madriguera y se vea al dar el discurso de la Época de Lluvias, fun, fun, fun. Otro coñazo del que ya me libré ja, ja, ja... 

Brindando con whisky reserva  firmo con tinta verde esta misiva. 

España, a tres de agosto del año de la pandemia”.

               J. Caimán Rex.

D. W.



lunes, 3 de agosto de 2020

BROWNIES

BROWNIES
Hace unos años visitamos Escocia. Surcamos de orilla a orilla el Lago Ness con la esperanza de ver al monstruo aunque no fuimos obsequiados con su presencia. A cambio, la sensación de frialdad que venía de las profundas y negras aguas borró la idea de que transcurría julio y agradecimos enormemente haber llevado el polar. 
En los hermosos bosques de las Highland moran hadas y duendes. El aire es tan puro que una delicada especie de musgo blanco solo prospera allí, con él las criaturas mágicas rellenan sus almohadas.
Campos de cardos las protegen avisando con sus vocecitas agudas si llegan extraños por eso nadie las ha visto... o casi nadie.
Los toros escoceses son grandes, mansos y pelirrojos, lamen tus  manos cuando acaricias su testuz. Les llaman Hamish y pasean por las tierras heladas como su tocayo 007 por los casinos.
Paseando por Edimburgo te darás cuenta de porqué la UNESCO lo nombró patrimonio de la humanidad, de la querencia irreverente que sus habitantes tienen por cementerios y el “agua de la vida”, quizá también de su famosa cicatería. En ninguna destilería te dan a probar un buchito, su política es “vendemos whisky, quien quiera que se lo sirvan que vaya al pub”.
Si te cabreas puedes escupir la rabia gargajeando sobre la marca adecuada, cerca de San Giles. 
Al despedirnos de Alba, ya en la puerta del hotel esperando la vuelta de papá con taxi, se nos acercó un muchacho delgaducho y desgarbado, cubierto por un impermeable pardusco que solo permitía ver sus ojos y los tiesos mechones que los cubrían.
Se dirigió a nosotros en escocés, gaélico o puede que en otra vetusta lengua que ya nadie recuerde. 
Tras constatar nuestra incapacidad para entenderlo dio un salto con doble pirueta en el aire, hizo una reverencia palaciega y dando media vuelta se marchó.
Al llegar papá preguntamos, “¿lo has visto?” y dijo que no. Era una madrugada pintada de “haar”,la densa bruma marina que deshilacha los contornos.
Los niños y yo concluimos entonces que era un duende aunque ellos al crecer lo niegan afirmando que fue solo un chiflado.
Yo sostengo que era un Brownie, el trasgo escocés que viste de marrón, vive en las casas y ayuda en las tareas domésticas a cambio de un plato de crema.
Siempre me arrepiento de haberlo dejado allí.
D. W.   (“Viajando”)


domingo, 2 de agosto de 2020

IMPOTENCIA

IMPOTENCIA 
Abrumados por el terrible calor que nos azota cada cual procura buscarse el mejor alivio, es natural, la defensa de la vida propia es instintiva. 
Los mas suertudos tenemos un techo, un ventilador, un trasto que emite aire frío como por ensalmo. Hay quienes no poseen más triste sombra que la de su pobreza.
Hoy leo que un temporero ha muerto de un golpe de calor y que una muchacha ha encontrado muerta en el campo, bajo un sol cruento, a una perra recién parida con ocho cachorros aferrados a los inanes pezones. Para mí ambas son criaturas desdichadas, dos vidas arrebatadas por la codicia y la negligencia de quienes debían velar por ellas.
No me va a importar que me critiquen por comparar persona con animal, mi corazón da de sí para abarcar ambos, mantengo que todos los seres estamos hechos de la misma materia.
Por desgracia hay gente que vive sin conciencia, creyéndose superiores sin pensar que cuando mueran hederán a carroña y se pudrirán.
Hoy tengo más dolor que de costumbre en huesos y alma, escribiéndolo lo voy drenando.
No sé si veremos algún día un mundo menos infame pero ese hombre y esa perra no lo disfrutarán.
Que la tierra les sea insoportablemente pesada a sus asesinos.
D. W.   (“Lo asquerosamente cotidiano”)


sábado, 1 de agosto de 2020

AGOSTO

AGOSTO 
Los celos de un emperador le dieron nombre, Octavio Augusto no quiso ser menos que Julio Cesar equiparándolo con iguales jornadas, menguando a febrero.
En España es un interminable día tórrido y festivo con múltiples noches que empiezan a refrescar, “en agosto, frío en rostro” se dice, aunque es saber popular que San Agustín da correazos de calor mientras una virgen es subida a los cielos por espíritus celestes convirtiendo las lágrimas de San Lorenzo en estrellas fugaces.
Las Rosas también son bendecidas este mes junto a los Ángeles que inauguran las calendas. 
Mes de hundir los pies en el agua sea de alberca, mar o palangana y hacer las últimas locuras que el calor justifique.
Tiempo de despedida a golondrinas y holganza.
Sol agosteño, limón dulce para exprimir sin remordimiento.
D. W.


GATOS, PIEDRAS Y OUZO

  GATOS, PIEDRAS Y OUZO   El avión sobrevolaba en círculos la ciudad como si fuera un mosquito pensando en cómo atacar un plato de fruta m...