UN DETALLE (A 16 de julio de 2020)
En octubre de 1869 se puso en circulación la primera tarjeta postal. Su creador, un maestro austriaco, la concibió para mandar a lo largo del mundo mensajes cortos que no requirieran de privacidad de forma que las personas estuviesen más conectadas por menor coste.
Alcanzó enseguida popularidad manteniéndose esta costumbre hasta los primeros ochenta del pasado siglo.
Hoy son cosas de nostálgicos que rebuscamos en los mercados de pulgas o las compramos como souvenir fácil de guardar.
En los tiempos en los que no existían tiendas on line de regalos inútiles y baratitos ni dinero para comprarlos mandar una postal como felicitación era la exquisita alternativa. Al dorso se escribía con letra lo más elegante posible, si hacía falta retorciendo y mordiéndose la lengua para lograrlo, frases tales:
“Por ser la primera postal que de mis manos recibes,
guárdala con cariño para que nunca me olvides”.
No importaba que la homenajeada viviera cerca, se le entregaba en mano junto a dos besos y se quedaba como Dios por una peseta. Las postales se dejaban en una bandejita unos días para recrearse en la cantidad de amistades cumplidoras y después se guardaban en álbumes o cajitas primorosas.
Eran un regalo precioso.
Con esta foto de un original de 1960 felicito hoy a todas las Cármenes y a los Carmelos deseándoles “en su onomástica muchas felicidades de esta que lo es, su amiga”
Dela
P. D. “Ya nos podemos bañar en el mar que hoy bendicen las aguas”
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