lunes, 13 de julio de 2020

CONTACTO

CONTACTO
Durante la enfermedad no dejó solo a su esposo ni un solo instante aunque ya no era él sino una cáscara. De noche, después que las enfermeras hicieran la última ronda, dejaba el incómodo sillón de hospital y se acurrucaba en la cama, desabrochándose la blusa y arrimando los senos al costado del que fuera compañero, como habían dormido durante tantos años.
Una noche la despertó la frialdad más absoluta y supo que ya ni el consuelo de su cuerpo tendría.
La vida sigue aún para quien pierde media. 
Va al mercado cada semana, parca es la compra para una.
El frutero guarda el pedido en las taleguitas, “¿argo má, prenda?”, “no, nada más que se me estropea”.
El hombre se inclina hacia ella abriendo los brazos para abarcar los pañiles y acercarse más; pone las manazas sobre los melones toma uno y le dice casi en susurro:
—Este te lo regalo... ¡ay, si tú quisieras...!
La viuda se tensa como un arco, se vuelve de arcilla cuarteada mientras el sátiro chisporrotea salpicándola de babas, devorándola con ojos de brótola.
Detrás de él, a escasa distancia y ajena, su mujer despacha a otra parroquiana  
—No quiero ni melón ni plátano - contesta  secamente y alzando la voz llama a la frutera-  ¡Marilú!
El adúltero palidece, cae la fruta al cajón mientras los cojones le  suben a la barbilla.
La viuda sigue hablando a gritos:
—Marilú, hija, cóbrame, que tu marío sa liao aquí con loh meloneh y llevo bulla.
—Está mú liante este hoy, a sabé que andará tramando, por sierto, ía, que siento lo tuyo, en gloria esté.
La mujer le agradece la fineza pero la compadece para sus adentros, la vida es tan cabrona que da salud y ganas de juerga a los indignos llevándose a los justos.
Paga y se aleja. Aún guardan belleza y armonía sus andares.
Desde entonces va al supermercado, allí toma lo que le gusta y no le dan palique ni pésames atrasados que son como volver a revivir la muerte. 
El calor lo obtiene de los libros, de la compañía desinteresada de sus animales, de la esporádica visita de los nietos.
Se duerme acariciándose, sacando de los recuerdos el consuelo del contacto necesario.
D. W. 
Ilustrado con una obra de Will Barnet.
Este relato fue publicado por la revista “El Observador” el viernes 10 de julio de 2020.


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