Trae el sexto mes preludio de tormenta. Furiosas lluvias limpian la tierra dejándola prístina para su advenimiento.
Los dulces días de primavera metamorfosean a verano, la crisálida tímida surgirá mariposa de fuego sobre las hogueras que celebren el solsticio.
Época de cerezas, comerlas colgadas de las orejas del enamorado
las hace más sabrosas aunque su gusto ya no es como el de antes, no sé si por falta de madurez del fruto o exceso de ella en los amantes.
El amor primero es felino e insaciable.
Déjame desnudarte, Junio, como si fueras una mujer inquebrantable, bajaré los tirantes del vestido y saldrán tus senos apuntándome, afilados y dispuestos al combate.
Permíteme, Junio, adorarte. Sostener tu vientre con mis manos, recorrerte la espalda y recrearme en el punto exacto del arqueo y como a un chelo templarte.
Óyeme, Junio, hazte la indiferente, que enerva más la piel fría al contacto de la lengua incandescente.
Y liba de la copa que te ofrezco el espumoso vino que enardece.
D. W.
*Este relato fue publicado por la revista “El Observador” el viernes 5 de junio de 2020.
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