DESAYUNO EN VIVO
No, nunca me ha gustado desayunar en la cama, me recuerda a cuando estoy enferma sin hablar de las migas que rascan después.
De esta opinión no son los gatos que agasajan a sus amos con las presas que atrapan, “mira lo que he cazado para ti” dicen orgullosos dejando el botín sobre la almohada.
Puede que te despierte con un sensual ronroneo y al abrir los ojos veas en su hociquito un pájaro o ratón aún vivos, entonces las carreras por toda la casa para tratar de salvar al “desayuno” son épicas saldándose a veces de manera cruenta, el felino rompe el cuello de su víctima antes de soltarla.
A veces se llega a tiempo y tu gato deja de hablarte una semana. O “se olvida” la cabeza de una salamanquesa en el plato ducha, lugar vulnerable pues una pisa descalza.
No es maldad sino instinto, y solo la costumbre nos impide tomar fritos al cigarrón o cucaracha que nos traigan para la colación.
Mi Bess, una gata negra de trece años más lista que el hambre dejó hace tiempo esa costumbre, harta del desprecio con que eran recibidas sus atenciones.
A veces la veo bajar las escaleras como lo haría Josephine Baker, se detiene, me mira y se relame.
Concluyan ustedes.
D. W. (“Lo cotidiano”)
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