DE HIGOS Y CONJUROS
Frutas de San Juan son los hijos de la higuera que a precio de oro se pagan la víspera del santo.
Cuando era chica un vecino generoso las traía en una canasta sobre las ásperas hojas que vistieron a Eva, mi abuela trinitaria al verlas arrancaba a cantar:
“Estando cohiendo breva
una cayó en el ombrigo
Si llega a caé má pa abajo
Se ajunta breva con higo”
El veinticuatro al mediodía recorría los rincones de la casa ahumándolos con un manojo de romero seco prendido y mascullando el arcaico conjuro:
“Romero santo, santo romero
Que salga lo malo y que entre lo bueno”
Había que procurar no equivocarse y abrir la puerta a lo que no debía pasar. Yo la seguía ojiplatica y expectante agarrada a la punta de su delantal esperando ver salir el mal en forma de alacrán y entrar la dicha encarnada en polilla vistosa.
Aunque “lo bueno” era comerse los higos chupeteándolos.
Con diferencia.
D. W.
*En el año de la pandemia, 23 de junio de 2020
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