Los acontecimientos lo certifican: el putovirus ha llegado para quedarse, solo queda aprender a esquivarlo protegiéndonos, como hacemos con la gripe o el sida.
La vida debe reanudarse en torno a dos pilares: respeto al otro y responsabilidad individual (¡ay, esa desconocida!).
Me sobrepasa acatar normas mientras pocos de mis vecinos las cumplen, nunca vi tanto visiteo y barbacoas que durante la cuarentena. Sin mentar los desplazamientos de camellos “cargaditos de juguetes para al niño entretener”.
He salido un par de veces para ver, a dos metros, a mi hija, encontrando la calle abarrotada de autómatas y pseudo deportistas trotando al son de su franja.
Todo apenas cruzando la frontera de mi barrio. El sol de las veinte horas muere matando por falta de vitamina D.
El espejo me replica en blanco nuclear.
En mi “paseo” encuentro convertidos en viviendas dos cajeros automáticos y la marquesina de un bar. Bajo esta un colchón mugriento y en los otros sendas cajas de nevera constituyen el dormitorio.
Son los que estorban, los malditos que hay que eludir porque contagian, no ya una enfermedad sino la Miseria, que espanta aún más.
No han querido o podido hacer el confinamiento en un albergue, de esos “que están muy bien” para “esa clase de personas”, los PRESCINDIBLES que al final seremos todos porque miramos por el culo propio así le den por ídem a los demás.
Quienes menos tienen nos dan lecciones. Viven sin el miedo del que nada teme perder.
Ahora que nos faltan Salud y Libertad deberíamos darnos cuenta que el problema y la solución están dentro de cada cual.
Y ser consecuentes.
D. W.
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