Piaba de una forma que partía el corazón pero nadie se atrevía a recogerlo del suelo. Sobre el polluelo caído del nido revoloteaban sus padres con desesperación. Cuando comprobaron que sus esfuerzos eran baldíos desistieron, sacrificando al desdichado en aras de las tres bocas hambrientas que les exigían vivir.
Según dicho si se toca una golondrina será rechazada por los suyos, siendo aves que mueren en cautividad.
Aún así una vecina tomó el rubio plumoncillo envolviéndolo en un pañuelo para calentarlo entre sus senos.
Puso a sus hijos a cazar moscas, el aburrimiento los había hecho hábiles en su captura por lo que no faltó pitanza al nuevo hermanito.
Con mucha paciencia abría las boqueras del bebé empujando el insecto al buche.
Pronto la pelusilla cayó metamorfoseándose en una pizpireta golondrina de jaula. Solo la soltaba un rato en el patinillo interior donde estaban los lebrillos de lavar.
Allí cerraba la desvencijada puerta para que los muchos gatos residentes en el Corralón no la tomaran de almuerzo.
Remedios quería enseñarla a volar, el pajarillo daba bandazos para después volver al hombro de quien creía haberle dado la vida, buscando la abertura de la blusa para sentir los latidos con los que se arrullaba.
Con un cordoncillo de seda roja le hizo un collar, estaba guapa la Gurrita , que así le pusieron los niños, con él.
Era consciente de que debía conseguir que se uniera a su bandada por mucho que le doliera la separación.
Un día levantó el vuelo, la vieron bailar y charlar con las demás viajeras. Antes de irse giró en círculos sobre su familia humana que la despidió llorando de pena y alegría.
Domingo de Resurrección, preludio de primavera.
Está Remedios en el patio desgranando chícharos cuando una voz familiar le hace alzar la vista.
Allí estaba la Gurrita sobre el alambre donde secan las sábanas, componiendo partitura musical junto a sus hermanas, llevando aún el cintillo rojo.
Ese verano docenas de golondrinas anidaron en el Corralón para admiración de Málaga entera.
La Gurrita engoró sobre el dintel de Remedios haciéndola abuela de dos puestas.
Milagro de la vida que se renueva.
D. W.
*Este relato fue publicado por la revista “El Observador” el viernes 8 de mayo de 2020.
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que bonita historia, me recuerda a mi abuela que decía que las golondrinas que anidaban en lo alto de su puerta eran las mismas del año pasado, y les hablaba y decía que la conocian.
ResponderEliminarSeguro que la conocían, y distinguían su voz.
EliminarMe alegro que te haya gustado, gracias por comentar 💜!.