NO ME LLAMES PAINS
Viernes de Dolores raro, inicio de la Semana Santa de este año tan lleno de pesares. Lo que nunca entendí, así me maten, es bautizar con este nombre a las niñas, porque acaban todas rompiendo por otro.
Debe ser el apelativo que goce de más diminutivos por remordimiento: Lola, Lolita, Lolilla, Loles, Mariló, Ló, Yoyes y otro menos usado pero que produce ternura, Dolorcitas.
La simbología cristiana quiere honrar así el padecimiento de la Virgen durante la tortura y ejecución de su hijo, (las palabras “pasión” y “muerte” son eufemismos), pero de ahí a ponerlo en la partida de nacimiento de una hija va un morboso trecho.
A la contra, las así llamadas suelen ser dicharacheras, salerosas y ocurrentes. Optimistas sin remisión y generosas sin fronteras.
Conozco yo a unas pocas “dolorosas” más alegres que el sol.
Vayan dos como muestra: Lola Gallego y Lola Franco.
Para ellas todos mis buenos deseos este día y siempre.
Pronunciar “Lolita” suscita el recuerdo de la adolescente perversa cuando su autor nos la describe entre líneas como víctima. Releer el libro con gafas moradas nos bajarán los prejuicios a lo terrenal. Ya tenemos deberes para la cuarentena.
En Argentina “lola” significa “teta”, igual que “concha” viene a denominar lo otro que en todas partes tiene tantos nombres ( póngase aquí coño, higo, papo, pepe...) ¡Cuan rico es el idioma español y que turgente!.
Así es el lenguaje, sonidos y grafías que nos permiten comunicarnos, a menudo incluso malentendernos.
Buen viernes de confinamiento aunque sea, este sí, realmente de dolores.
Deseemos que sean fructíferos como los de parto y den comienzo a un mundo nuevo.
Tiempo tenemos para replantearnos.
D. W. (V 3A 2020).
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