lunes, 6 de abril de 2020

“ AGNUS DEI”

“AGNUS DEI” 
Como oxímoron impuesto y voluntario empecé el confinamiento, veintitantos días después compruebo que mi cuerpo se inclina hacia la tierra, como si me llamara, y me enfado con él por dejarse doblegar. 
Mi rutina sigue casi intacta a pesar que la primavera me ralentiza con astenia, antes la burlaba peregrinando al vivero por tierra y  geranios. Este año no, las circunstancias la favorecen para mangonearme.
Por las tardes me hago una bola en el sofá igual que un erizo de púas blandas, la tele de fondo con el maldito mantra de cifras y yo pensando que debería pintar el dormitorio, que se va a secar el bidón de pintura mate gris perla que hiberna en el garaje.
Temo la miseria que viene pero me aterra más la bajeza moral que nos espera, a esa no hay capa de plástica que la disimule. 
Me pregunto si “después” seré capaz de salir. Visualizo la cancela, los pies posados en el penúltimo escalón. Creo ser un ratón atrapado en un cartón con pegamento, esa sádica práctica de tantos inhumanos.
Semejo una criatura de Buñuel, presa atónita de un ángel exterminador e invisible, incapaz de abandonar el encierro porque lo terrible está fuera.
Igual que en la película el egoísmo individual va apareciendo, los corderos confiados son atraídos al plato para que los burgueses despojados de antifaz subsistan un día más. 
Empiezan algunos a quitar pan y mascarilla de la boca al vecino fronterizo como si los de allá no estuviesen hechos del mismo barro. Otros se desinflan malmetiendo en vez de tirar del carro.
A mala lengua peor cabeza.
Nadie debería ser clavo ni martillo excepto para reconstruir. 
Lo que sobra ahora son escombros.
D. W.   (L 6A 2020). 




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