CHIVATOS
Si no habéis visto la película “La vida de los otros” ahora es el momento. No voy a destriparla pero os diré que la escena del ascensor entre el gris protagonista y un chiquillo es deslumbradora.
Este marzo ventoso trae un estado de alerta que nos compromete a arrimar el hombro sin excepción, en la parte del varal que se avenga a cada talla.
Debemos tener claro que somos eslabones de una cadena tan frágil como lo sea el más débil.
Paradójicamente la unión debe ser en la distancia, se nos pide paciencia para soportar el confinamiento, único modo de aplanar la curva de infectados ya que no existe, de momento, vacuna.
Pueden resultarnos férreas las condiciones, solo se nos permite ir a por víveres y medicinas, pasear al perruno compañero y asistir a desvalidos acreditando su necesidad así que demasiadas veces las emociones desbordarán, no somos robots.
El miedo crece abonado por la incertidumbre convirtiendo a muchos en fiscal acusador.
Puede que quien veamos cruzar la calle vuelva con la espalda rota de currar en lo que a los demás nos mantiene vivos o que un motivo de peso le obligue a salir.
Denunciemos el incivismo y la picaresca que nos puede hundir a todos pero asegurémonos antes de lanzar la piedra no sea que hiera a un inocente.
No somos espías haciendo méritos, las manos no están para tenderlas al cuello. Recordad el dicho:
“¿Quien es tu pariente?,
el vecino de enfrente”.
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