APLAUSO
A finales de los setenta la tele emitía un programa musical con ese nombre, por mi poca edad no podía ir a discotecas así que de él aprendía los bailes. La caja tonta fue maestra y consuelo de mí aburrida adolescencia.
Ahora la carretera ramificada de internet nos conecta, las lágrimas vertidas en Albacete las seca alguien en Viena, cosquillas hechas en Roma hacen reír en Oviedo.
Hemos culpado, criticándolas más que una minifalda en misa, a las redes por alejarnos físicamente, deberíamos tragarnos la ofensa, si fue culpable ahora se gana el perdón.
Gracias a ellas estamos sobrellevando esta pandemia que nos escinde de los demás. Malos tiempos donde el contacto físico es letal siendo tan imprescindible.
Solo gente comprometida se expone para que la vida no se estanque, trabajando aun con medios de “La señorita Pepis”, pongo a los sanitarios como abanderados.
El agradecimiento a estos héroes se extiende por las redes convergiendo en un aplauso a las ocho, cada atardecer.
Anteayer me asomé a la barandilla de la terraza con riesgo de besar asfalto, moviendo las orejas como gata cazadora.
Nada oí salvo un vergonzoso silencio que me achantó.
Ayer me llegó un bramido ahogado, el viento, sobrevolando las casitas bajas de mi barriada, lo trajo.
Ahuequé las manos como amplificador y aplaudí hasta que me dolieron pero ni un solo vecino me secundó. Enfrente dos mujeres cotorreaban separadas por una reja, la de fuera tapándose la boca con la manga de la bata. Me miraron sin unirse.
Aplaudamos cada noche aunque nadie cercano lo haga.
No somos virtuales, existimos. Y todo suma.
D. W.
( X 18 Mr 2020)
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