JOKER
Joaquín Phoenix desaparece bajo maquillaje y dieta pariendo un ser singular en lucha por igualarse al resto.
Veo la película en la intimidad de mi casa. Me sube la bilis oyendo a fascistas que recortan presupuestos en sanidad porque “los locos no valen lo que nos cuestan”.
Abomino de un sistema que no protege a los niños de sus propios padres si hiciera falta, ni a las mujeres de los hombres a pesar de “no ser todos”.
Tarareo los compases de “That’s life” y también de “Clowns” aunque no la cante en español Nacha Guevara.
Me doy cuenta de que no hace falta que entren los payasos, ya estamos dentro para risión de la autoridad.
Happy quiere ser bueno, dice mamá que nació “para hacer felices a los demás”, reparte tarjetas que explican su risa pero todos se apartan con miedo y repulsión.
Más no puede hacer.
Arthur es el hombre al que ponen en el brete de la violencia. Al cabo es el lenguaje que la mayoría entiende y él desea ser comprendido.
No hay remordimiento, ¿acaso lo tienen los que lo volvieron así?.
Me voy a dormir soñando con la escalera larga y empinada que desciende bailando.
Hey.
La bajada a los infiernos de un bufón malhallado.
D. W.
*Gracias, Joaquín, por dar voz a los sin voz. Locos, maltratados, donnadies... y a los más desvalidos de todos, los animales.
Enhorabuena por tu Oscar, nunca más merecido.
A diez de febrero del excéntrico 2020.
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