sábado, 18 de enero de 2020

GRIPE

GRIPE
Durante dos años la he burlado pero ella ha esperado pacientemente junto al lazo hasta verme caer provocándome más lágrimas que una novela de Dickens.
Privilegio para mí es guardar cama,  primera vez en mucho tiempo que ahogo una gripe entre sábanas. Hasta ahora las pasé en pie atiborrada de frenadoles. 
El  virus al microscopio se ve precioso, es igual que los minerales carísimos que los caprichosos exhiben en el recibidor, podría ser también un exquisito colgante. Bello, diminuto y cabrón. 
Mi cuerpo no responde con fiebre, a cambio rompo por afonía y calambres en las piernas.
Callaita, quieta y jodida. El culmen de la gran putada.
Aunque mi marido me deja todo a mano antes de irse a trabajar me levanto en cuanto me alivia el paracetamol para poner lavadoras, recoger la cocina y sobre todo comprobar si mis gatos tienen el plato lleno. 
Una de ellas carece de dientes comiendo solo sopitas de pienso, únicamente yo sé hacerlas a su gusto.
Cuando noto el frío trepar por mi espalda vuelvo al catre.
Fatalmente, a la vez me ha gripado el lavavajillas. Esta mañana vino el técnico y lo arregló, tres días lavando platos a mano van en el cuerpo, una se aburguesa y tuve que mirar tutorías para recordar como fregarlos. 
Lo que me alivia todo dolor son mis animales compartiendo  destino griposo. A mi lado en la salud y la enfermedad.
La lealtad es sustantivo que puede aplicarse plenamente a ellos.
Y a la fielmente asquerosa gripe también. 
D. W. 

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