miércoles, 8 de enero de 2020

CONCIENCIAS IGNÍFUGAS

CONCIENCIAS IGNÍFUGAS
Arde un continente entero, las llamas nos llegan en un “breve” en las noticias de televisión antes de la media hora que dedican al fútbol y detrás de los “ecos de suciedad”. 
Gracias a las redes, al boca a boca de la gente decente percibimos la magnitud del desastre.
La pira devora vida y a nadie de los que creen tener a dios cogido por los huevos le importa. Los de allí lloran lo suyo que es de todos. Somos hormiguitas lamentándonos, fáciles de aplastar. Aunque un hormiguero sea capaz de tumbar un palacio removiendo sus cimientos, no lo olvidemos.
Esclavos del sistema apenas tenemos tiempo de sobrevivir trabajando para sostenerles el culo a uno pocos y nos dejen comer sus migajas. Suerte si podemos poner tiritas a un mundo casi necrosado.
Aún con las brasas activas pronto otra injusticia acaparará la atención y  seguirá rodando la macabra ruleta. Faltan manos, disciplina y tiempo para atajar tanto horror.
Las conciencias ignífugas que mangonean el mundo se remojan tranquilamente  en sofisticadas piscinas mientras la Tierra se agrieta por fuego y sequía.
A los más de 500 millones de animales carbonizados los consideran barbacoa, negando el holocausto.
Nos explican con toda pachorra que esos incendios son comunes allí, algo normal que constituye el ciclo de la naturaleza. 
Pasado esto se regenerará como un Fénix.
Es cómodo aceptar la versión Disney, la de los locos vociferantes que denuncian la tragedia es muy desagradable.
“Preparemos unas olimpiadas o un mundial para entretenerlos”, piensan.
“Eso y cerveza son mano de santo”.
D. W. 

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