TEMPLADA SABE MEJOR
Tomaba el tren de cercanías cada mañana para ir a trabajar, siempre apresurada, siempre casi tarde, los rituales a los que se sometía se comían el tiempo.
Tabla de gimnasia, ducha con sesión posterior de cremas Anti Fealdades y maquillaje.
Parco el desayuno. A veces nada si el peso escupía gramos extra.
De invisible a diosa sometida al canon.
Taconeaba con fuerza tras su armadura. No había hombre que no la mirara ni mujer que no la envidiara o deseara.
Un día tuvo un encuentro, “Perdona, ¿eres...? “.
Ella apretó las mandíbulas. “Sí, y tú...”
Se dieron los dos besos de rigor, “que guapa estas, casi no te reconocí. Más delgada, más...¡todo!”, parloteaba entusiasmado.
Ella usó la respuesta comodín, “Estas igual”.
_”¿Vas siempre en el mismo tren?”
Asintió sin dejar de andar “perdona, tengo prisa”.
Al día siguiente estaba en el andén. Endomingado con pantalón de pinzas y camisa planchada por mamá. Mirándose satisfecho en sus zapatos de charol.
Oyó su taconeo y la vio llegar hipnotizado por el ritmo de sus pechos bajo la tenue camiseta fucsia.
_”Vaya... años sin vernos y nos volvemos a encontrar”, saludó con sorna.
_”Te esperaba. Ayer al verte me di cuenta que fue un error dejarnos”.
_”Me plantaste tú. Como tus amigos se burlaban por salir con una gorda.. Cosas de críos”.
_”Ahora somos adultos y tú una mujer preciosa.”
_”Soy la misma que era”.
_”A mi me parecías guapa” mintió, encendidas las puntas de las orejas. “¿Te parece que te acompañe?, podemos quedar y tomar algo”
Se acercó a besarlo, él sintió su tersura en plenitud. En la cercanía le susurró:
_”Mi tren sale ahora, el tuyo ya pasó. Adiós, que te vaya tan bien como a mi”.
Se quedó plantado en el andén, sosteniendo las calabazas devueltas, admirando el culo que no cataría.
Ella lo vio girar la muñeca como saludan las princesas. Jamás una sonrisa estiró tanto sus labios.
Allí quedó el cretino que tantas lágrimas le costara. Con barriga y entradas aún sin cumplir los treinta, el ego por felpudo.
Sin buscar venganza se la había servido templada.
Dela Uvedoble .
*Este relato fue publicado por la revista EL OBSERVADOR el viernes 22 de noviembre de 2019.
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